Sí tenemos consensos

Daniel Márquez Soares

No es cierto que los ecuatorianos seamos incapaces de llegar a consensos. Hoy mismo, hay al menos tres grandes acuerdos vigentes en el país, compartidos por la amplia mayoría de ciudadanos y de fuerzas políticas.

El primero es la dolarización; por más incoherente que parezca, casi todos los ecuatorianos están felices de vivir en un país sin política monetaria, empleando la moneda de una potencia extranjera.

El segundo es la necesidad de una Asamblea Constituyente. Lo más esperanzador de esta campaña ha sido escuchar a representantes de todas las fuerzas políticas, desde el correísmo hasta la derecha —menos del Gobierno, en tanto este rato gozan de los manjares de ser dueños del Estado—, coincidir en que la Constitución de Montecristi ya no va más.

El tercero es la ambición. Analizando con frialdad, Ecuador es un país de renta media que, en comparación con muchos otros lugares del mundo, no está tan mal. Igualmente, cualquier persona que tenga acceso a un mapa y a nociones básicas de geografía, demografía y tecnología, sabe que, ante las condiciones objetivas que enfrentamos, nuestro desempeño es más que satisfactorio y que es muy poco probable que alcancemos un marcado desarrollo. Sin embargo, por algún extraño motivo —quizás esa altiva y pretenciosa herencia hispana—, los ecuatorianos no se conforman con tan poco; de verdad quieren que el suyo sea uno de los países más desarrollados del mundo, creen que puede serlo y cualquier cosa inferior a eso les ocasiona un sufrimiento real. Pocas cosas nos unen tanto a los ecuatorianos como la insatisfacción por no ser potencia mundial y el desprecio por ese presente tan normal, aburrido y promedio que tenemos.

A partir de esos tres consensos ya se puede hacer mucho. Una nueva Constitución, que rediseñe el país en función de la economía verdaderamente libre que demanda la dolarización y de nuestra ambición desmedida sería ya un gran paso.