¿Quiénes nos representan?

Rodrigo Contero Peñafiel

Los actos de determinados grupos sociales parecen quitarle sentido a la vida de los ecuatorianos, cuando tienen impacto sobre su potencial y su futuro. Cada persona tiene el potencial necesario para actuar en el presente y ser productiva, con el fin de hacer realidad sus intenciones y sus deseos de progreso, desligándose del pasado, pero no de sus enseñanzas. Los resquicios del pasado restan iniciativa y capacidad para seguir adelante, siempre que cuando se lo recuerda con frecuencia y se lo descarga de la transitoriedad de su pasado, cuando se lo recuerda con frecuencia y se lo retoma en el presente.

Cuando los hechos son positivos, todos los actos que se realizan dejan de ser transitorios y carentes de sentido. Un acto provisto de sentido permite que las acciones trasciendan en el tiempo, la sociedad y el mundo en que vivimos, convirtiéndose en una obra inmortal. Ser optimista es buscar la mejor manera para realizar una actividad, concentrándose en las posibilidades reales y actuales. Las personas activas van guardando notas en su vida que atesoran porque constituyen etapas vividas con intensidad. La nostalgia de la juventud y el miedo a envejecer son procesos por los que todos pasamos, lo importante es haberlo vivido con alegría, intensidad y empatía.

La dialéctica permite comprender y entender el proceso de los cambios históricos, de la naturaleza y la acción del pensamiento. Todo cambio se somete a tres reglas fundamentales: la negación de la negación; el paso de la cantidad a la cualidad; y, la ley de la conciencia de los opuestos. Por eso la dialéctica no puede ser dogmática sino esencialmente crítica.

El comportamiento humano es un fenómeno psicosocial que acontece en la vida diaria, tiene significado y está direccionado al futuro. La relación sujeto-sociedad es permanente y está en constante transformación. La experimentación es sumamente restrictiva y con frecuencia llevan al fracaso con cualquier metodología.

El país, su gente y sus representantes están llamados a luchar por los cambios sociales y económicos que necesitan, dejando a un lado las rencillas personales y políticas que causan daño, pero que ya tienen nombres y apellidos.