Pero, gracias a Dios, estamos en feriado

Alejandro Querejeta Barceló
Alejandro Querejeta Barceló

Todo muy coherente: si hay feriado, ¿para qué cerrar las carreteras y enfrentar a la fuerza pública? Es mejor, es políticamente correcto, no volverse impopulares e irse también de vacaciones. Tal vez, conjeturo, fue el razonamiento de los líderes del paro en el más puro pragmatismo político. El gobierno también lo hizo, y “aquí paz y en el cielo gloria”. Y, en consecuencia, invitó al líder visible del paro a conversar en unos pocos días.

El presidente Lasso es, por decir algo, paladín del diálogo, en su conocida estrategia para acallar (o evitar) los conflictos. Esto le llevó, dijo, a congelar el precio de los combustibles. Sin embargo, la oposición visible (la Conaie) no estuvo de acuerdo. Quiere que se rebajen. Alguien dijo recientemente, y con acierto, que “quien pide diálogo lo que en verdad pide es que el otro baje la voz”.

 El que ocupa el otro lado de la mesa, el adversario, a veces busca más sacar réditos del escándalo mediático que, en verdad, defender los derechos legítimos de aquellos que dice representar y defender. El diálogo no compromete; como se dice: “Por hablar no se pierde nada”, pero se gana en imagen pública. Aparecer en los medios como justiciero es garantía de larga vida en la escena política.

La verdad, la verdad absoluta, es cosa de las religiones, es un asunto de fe. La verdad de las partes en el diálogo, en no pocos casos es una construcción manipuladora que obedece a intereses políticos. Intereses sustentados por ideologías trasplantadas, a veces mal digeridas. En muy pocas ocasiones (revisemos no más la historia) tomando en cuenta nuestros reales contextos culturales, económicos y sociales.

El diálogo evita las decisiones y devela los reales objetivos de las protestas y las llamadas “medidas de hecho”. El diálogo sirve, desde luego, para esquivar las responsabilidades legales de quienes violentan los derechos de la mayoría de ciudadanos. Los viejos y eternos dirigentes populares lo saben. Veinte o treinta años al mando, siempre con lo necesario en el bolsillo y la mesa, son una prueba palpable. Pero, gracias a Dios, estamos en feriado.

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