Las puertas del infierno

Paco Moncayo Gallegos

El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió con frases dramáticas, el miércoles anterior, que: “Hemos abierto las puertas del infierno”, al no actuar de manera enérgica ante la crisis climática ocasionada por la actividad de los seres humanos. “El fuego tiene efectos terribles. Los agricultores ven con horror cómo las inundaciones se llevan sus cultivos. Las temperaturas sofocantes dan luz a enfermedades. Y miles huyen con miedo a medida que se extienden los incendios históricos». Si no se producen cambios “inmediatos”, el mundo será cada vez más peligroso e inestable. Lastimosamente, no acudieron a la convocatoria los dos países más contaminantes del planeta: China y Estados Unidos.

Se refirió también a la situación de nuestros países que se encuentran estancados en su desarrollo y sufren los efectos devastadores de una crisis a la que no han contribuido, sometidos al dogal de una deuda insostenible con las naciones más ricas y recordó el compromiso del 2009 de dedicar 100.000 millones de dólares anuales a mitigar los efectos del cambio climático en los países pobres, que hasta hoy no se ha cumplido.

De una manera tan dramática como la relatada, Jacques Chirac, en febrero de 2007, ya advirtió: “Hoy sabemos que la humanidad está destruyendo, a una velocidad aterradora, los recursos y equilibrios que han permitido su desarrollo y que determinan su futuro… la supervivencia misma de toda la humanidad está en peligro…  Hoy, ha llegado el momento de ser lúcidos, de reconocer que hemos llegado al límite de lo irreversible, de lo irreparable. De admitir que ya no podemos permitirnos esperar; que cada día que transcurre agrava los riesgos y los peligros…”.

¿Han sido útiles estas advertencias? Obviamente que no. Las dos grandes potencias confrontadas y sus aliados, empeñados en guerras sin sentido y en carreras armamentistas demenciales, no asumen sus responsabilidades con el planeta y derrochan inútilmente recursos que podrían servir para resolver tantos problemas que afectan a la seguridad humana proclamada por las Naciones Unidas, a la que han convertido en una institución irrelevante que, sin duda, requiere una pronta renovación para estar  a la altura de los nuevos retos.