Feminismo e identidad de género (segunda parte)

Pablo Granja

 Simone de Beauvior ha sido un referente de los colectivos feministas que luchan por sus derechos; su libro “El segundo sexo” y su frase “no se nace mujer, se llega a serlo” inspiran múltiples debates e interpretaciones sobre la diferencia entre lo “femenino” y “ser mujer”. La escritora francesa Laetitia Colombani amplía el concepto: “Tanto mujeres como hombres, son animales sociales moldeados por la sociedad, cultura, educación, a las que tienen acceso y por las conscientes e inconscientes instrucciones que les son impuestas”. Así se establece la diferencia entre el “sexo biológico”, asignado al nacer como femenino o masculino en función de sus órganos reproductivos y anatómicos; del “género” que es la identidad que determina un comportamiento y forma de pensar, sentir, vestir o actuar de las personas dentro del medio social.  A quienes se sienten que el sexo asignado es diferente a su identidad se les denomina “transgénero”; y a las que no se sienten ni hombres ni mujeres se les define de “género variante” o “género fluido”.

La Organización Mundial de la Salud OMS, amplía a siete géneros diferentes: hombre, mujer, transfemenino, transmasculino, no binario, intergénero y agénero; agregando que estas definiciones son independientes a la orientación sexual. Como si fuera poco, en España se reconocen varios sub géneros adicionales, ya van como 60, siendo los más comunes: efímeros, expandidos, múltiples, cisgénero, demigénero, no binario, hibridogénero, neutro, pangénero, trigender, etc. Esta feroz diversidad es impulsada por el Ministerio de la Igualdad, que considera como un importante avance en la formación y aceptación de todas aquellas personas que no se identifican como hombre o como mujer.

Para reforzar este “logro”, hay sectores vinculados a la educación que afirman que ésta se ha mantenido sesgada desde tiempos inmemoriales, llenando de prejuicios irracionales a los niños y niñas. Con estos argumentos justifican un trabajo intenso en escuelas, colegios, universidades, organismos públicos y privados, publicidad en medios de comunicación, literatura y arte, impulsando políticas aberrantes que perturban las mentes y espíritus frágiles de la niñez, ocasionando confusiones innecesarias y prematuras. En una publicación auspiciada por la UNESCO, se promueve la incorporación de estos temas relacionados con la agenda LGTBI+ desde la edad escolar, justificando que el mundo sería mejor en el futuro “si todos los niños, niñas y jóvenes tuvieran las herramientas, el conocimiento y los recursos para desafiar el statu quo y defender la igualdad de género desde una edad temprana…  esto eliminará las barreras de aprendizaje para todos los niños y niñas de cualquier género y orientación sexual….esto ayudará a todos los niños y jóvenes a explorar sus talentos”. En Holanda, por ejemplo, ya se distribuyen textos a los niños de edad escolar en que con figuras infantiles – similares a las que antes se utilizaban para enseñar a leer – se les instruye que los órganos genitales no solamente cumplen con las necesidades biológicas, sino también para obtener placer entre personas del mismo o diferente sexo, y lo hacen de una manera explícita, detallada y graficada. Lo que antes era pornografía ahora es “literatura inclusiva infantil”.

La UNESCO además sostiene, como objetivo primordial, el aumento de los presupuestos de los gobiernos para implementar la igualdad de género y la educación inclusiva; asunto que en México ya se está experimentando en escuelas en donde los varones deben utilizar falda corta al igual que sus compañeras de clase, sin importar ni averiguar las tendencias individuales. En nombre de la libertad de elección sexual se impone a niños y jóvenes una agenda que atenta contra la inocencia y los valores tradicionales de la cultura, con el agravante que ya hay propuestas para que los cambios de sexo de adolescentes que impliquen mutilación, cirugías o transformaciones anatómicas utilizando fármacos hormonales, no se requiera del permiso de los adultos que tengan la custodia de los menores de edad. Muchos nos preguntamos: ¿Cómo llegamos a esto?