Pragmatismo y democracia

Manuel Castro M.

Pasando por alto el origen violatorio de la Constitución salvadoreña, que no contempla la reelección presidencial inmediata, nuestros analistas políticos echan loas por la abrumadora votación que ha alcanzado Bukele en El Salvador, con la simple razón que su autoritarismo es necesario pues ha logrado cortar la violencia en esa república y el pueblo está agradecido que se haya apresado, con o sin juicio, a sesenta mil posibles pandilleros. Argumentan muy sueltos de huesos que eso es pragmatismo y que, por esta vez, hay que obviar la aplicación de los derechos humanos, el debido proceso, pues el fin es loable.

Emociones y angustias que vivimos por la inseguridad, por el crimen organizado que nos asola, por la fuerza de los narcotraficantes, hacen olvidar que el pragmatismo es una corriente filosófica centrada en la vinculación de la práctica y la teoría. En principio una cosa pragmática es útil, pero dentro de una práctica inteligente y ética. Pues de tomar a la ligera el pragmatismo como una razón de ser necesaria, los delincuentes, los narcos, también serían aceptables por ser aún más pragmáticos. Más no es así:  la práctica tiene que tener fundamento legal, tanto para el individuo como para las instituciones. Desde luego que debe partir de la realidad una experiencia utilitaria, pero ello en un sistema democrático no le quita moral y legalidad para que sea racionalmente aplicable.

Los que admiten las actuaciones sin límites de Bukele, también deberían admitir que no creen en la democracia que es una forma de gobierno donde imperan la ley, la igualdad, la libertad, la justicia y la solidaridad. Al conocerse la muerte de Piñeira todos expresan su admiración, más allá de su visión, por ser un auténtico demócrata, quien mantenía y puso en práctica durante sus gobiernos que el poder político nace del pueblo y es para el pueblo, la existencia de la división de poderes, la alternabilidad, el respeto a los derechos humanos y a las libertades, valores que se debían mantenerse en un verdadero Estado democrático y de Derecho. Sin embargo, esos indispensables elementos consideran tales pragmáticos analistas que no rigen para Bukele. Olvidan que también y de frente no los aplican Maduro, Ortega, Díaz- Canel u Ortega. El mal ejemplo es peligroso y peor si es fácil de aplicar en países donde tambalea el sistema democrático y que a la larga solo produce dictaduras, golpes de estado, ineficiencia y pobreza.