Justicia a la carta

Christian Pérez

Estimado lector, ¿qué haría usted si al ir al estadio para ver a su equipo favorito de fútbol, conoce de antemano que el árbitro actuará a favor del equipo contrario? Tal vez: ¿frustración?, ¿desesperanza?, ¿aborrecimiento? O capaz no querrá ir nunca más al estadio porque se perdería la esencia competitiva y los resultados se definirían atendiendo a quien se congracia con el juez.

Ahora, llevemos esta reflexión a un espacio más serio, aquel que es el encargado de decidir los conflictos jurídicos de los habitantes de este país y que, en teoría, tiene como misión “dar a cada quien lo que le corresponde”. Sí, me refiero al sistema judicial. A partir de la información que se hizo pública gracias al caso ‘Metástasis’, se conoce que muchos jueces han actuado como mercaderes de la justicia y ponen altos precios a sus decisiones, traicionando el voto de confianza que la sociedad ha depositado en ellos para que “administren justicia en nombre del pueblo soberano del Ecuador y por autoridad de la Constitución y las Leyes de la República”.

Y parecería ser que esta situación de jugar con un árbitro vendido va más allá del caso ‘Metástasis’. Quienes ejercemos el libre ejercicio conocemos que existen jueces, en todos los niveles, a quienes les abunda la honestidad y litigar frente a ellos es un honor; pero así también es un secreto a voces que existen otros que no merecen llevar la toga.

Esto, precisamente ha generado que aumente la demanda de los métodos alternativos de solución de conflictos ya que las personas generan una acelerada preferencia hacia el arbitraje y mediación en las materias que pueden ser transigibles, evitando acudir al sistema judicial. Pero, existen otras materias que, en cambio, obligatoriamente deben ser conocidas por los jueces.

En definitiva, la coyuntura actual ha puesto en el debate esta problemática que durante mucho tiempo ha sido vox populi: la justicia a la carta. Esta es la oportunidad para iniciar una profunda evaluación y depuración del sistema de justicia y que por fin la sociedad tenga la confianza de que, al someter sus problemas al sistema judicial, obtendrá una justicia ciega y ecuánime.