La primera década del resto de mi vida

Hoy festejo 10 años de ser mamá. Hoy es el cumpleaños de mi hijo mayor y por eso comparto con quienes me leen la columna más personal que haya escrito, la que habla de quien soy o más bien en quién me he convertido. Espero no aburrirles con esta historia que para mí es el universo, pero en realidad es solo una estadística más; miles de personas viven situaciones similares. Yo soy de las afortunadas que puede contarlo.

Simón nació con las manos y los pies fríos. A los 10 días de nacido nos dijeron los médicos que su sangre no circulaba bien por todo el cuerpo y que tenía una cardiopatía congénita. Entró a cirugía de alto riesgo que duró 10 horas. Ese día empezó el resto de mi vida.

La cirugía fue exitosa, en primer lugar, porque se salvó su vida que estaba en riesgo y, en segundo lugar, porque su cardiopatía fue corregida. Pese a que sabíamos que vendrían más cirugías (¡ya vamos 3!), nunca tuvimos que volver a enfrentar una situación tan extrema como fueron esas largas 10 horas de una madrugada de septiembre. Me gusta pensar que una experiencia así nunca se repetirá.

La maternidad trae tantos misterios y uno que no logro entender es cómo puedes amar tanto a un pequeño ser humano que apenas conoces. Muchos dirán que es por el vínculo que genera el embarazo, pero mi esposo sintió el mismo amor apenas lo conoció y el mismo dolor cuando pensamos que podíamos perderlo.

Su primer año tuvimos una vida de hospital, de médicos, de exámenes, de mucho miedo por lo que podría ocurrir que afortunadamente no ocurrió, pero el miedo se instaló en mí. Casi al mismo tiempo que fui mamá, aprendí a convivir con este fantasma que se presenta en distintas formas y me arrebata la paz.

Pero en la misma intensidad que llegó el miedo a mi existencia, llegaron cientos de ángeles que me cuidan. Los ángeles de mi vida se presentan vestidos de médicos, de enfermeras, de profesoras del colegio, de mamás de los compañeros de mis hijos, de colegas en mi trabajo. En estos diez años nunca me he sentido sola. Mi esposo y yo tenemos los amigos de toda la vida que se volcaron a apoyarnos y querernos, los nuevos amigos que hicimos en el camino, la familia extendida y sobre todo nuestros papás que nos han acompañado a cada paso. No me imagino mi maternidad sin mi mamá y mi papá tan cerquita.

Descubrí, en estos años, el poder de la oración, durante los días de mayor angustia y dolor ha sido nuestra fe católica la que nos sostiene.

Y definitivamente enfrentar los retos de salud desde el privilegio supone el acceso a la mejor atención médica y a ciertas comodidades que alivianan ese peso. Un peso que se va diluyendo al ver a nuestro hijo crecer sano y vital sin limitaciones.

Al inicio nos tocó un camino tortuoso, pero Simón facilitó ese recorrido con sus ganas de vivir y con su energía eléctrica que contagia a todos a su alrededor. Simón es pura vida.

Ahora miro el futuro con ilusión, la maternidad también me enseñó a soñar más, a querer un mundo mejor. Mi hijo es mi fortaleza, desde que él nació nada me detiene.

Cualquiera cosa positiva que yo contribuyo a la sociedad es fruto de estos diez años vividos en que entendí el verdadero significado de la vida. Ser la mamá de Simón y Elena me cambió para siempre y por eso hoy estoy de fiesta.