El metro

En las metrópolis modernas, grandes, agitadas, despersonalizadas, el “tiempo” es factor clave para lograr la eficiencia de cualquier actividad. Al tener rapidez en la movilidad se contrae el tiempo; esto hace que una obra de transporte rápido como el tren metropolitano subterráneo sea prioridad para el Cabildo. Sin embargo, al parecer hay factores desconocidos por el gran público que tienen paralizada la obra; mientras, la gente sigue viajando peligrosamente abarrotada en los diferentes transportes de superficie. Durante las últimas festividades, atravesar el centro antiguo se tornó una odisea, un atasco de horas.

A la deficiencia administrativa del Municipio se suma el misterio. Un diario europeo señaló en una nota que el tren subterráneo de nuestra capital está listo para funcionar, pero que no hay quien lo maneje; información sorprendente. Del Cabildo se escucha de todo menos la verdad, algo ligado quizá a una “decisión riesgosa” para los políticos, que deben definir el precio del pasaje y la asignación de nuevas rutas con los poderosos transportistas de superficie. Estos exigirán, como de costumbre, que se cumplan sus deseos y, por ello, nadie en el Cabildo quiere arriesgar y tomar las decisiones correctas.

La información extranjera hace pensar que vivimos en una sociedad desamparada en la que todo gira en torno a intereses particulares. Ocho años de espera, Lasso lanza su carta y ofrece cumplir la asignación que le corresponde al gobierno central; veremos si eso resuelve el problema. Mientras, seguimos en el caos de movilidad; se han perdido oportunidades como continuar el túnel hasta la Ofelia y ahora proponen soluciones de superficie, las menos deseables para la topografía de la capital. El Cabildo ofrece radialmente sus sesiones, lo que permite apreciar cómo la trama burocrática no muestra eficiencia, se gastan muchas horas en discutir y entender asuntos que son técnicos y  a veces simples.