Comida y trabajo

La semana pasada dio la vuelta al país la noticia de que, en Quito, 16 mil personas estaban aplicando para 200 puestos de trabajo en la Empresa Municipal de Aseo. La avenida Occidental permaneció colapsada y desbordaba; entre las personas, esperanza, ira y coraje, debido a la situación económica del país. Para la mayoría que hacía esas colas interminables, era la misma escena de hace tres años cuando todo empeoró. Había que seguir intentando para lo que sea, para lo que venga, para llevar la papa a la casa y pagar las deudas. En otras palabras, para sobrevivir con lo que hay y como se puede.

Muchas de esas personas ahora viven con algún familiar porque no pueden pagar un arriendo. Un gran porcentaje está pensando seriamente en emigrar con “apoyo” de algún coyotero y con la plata prestada de un chulquero, además sin la certeza de nada, pues en la frontera tan extensa entre México y los Estados Unidos todo puede suceder. La crisis nos golpea la cara y es muy fuerte. La venta informal y la mendicidad se convierten en fotografías cotidianas sin perder de vista que cualquier espacio que pudiera servir para parquear está tomado por alguien a cambio de una moneda.

Hemos recibido golpes a diestra y siniestra desde el 2015 y con más peso desde el 2019. Hay una simultaneidad de factores: no hubo mesa servida, endeudados hasta las patas, caída del precio de los combustibles, paros y movilizaciones, las consecuencias del coronavirus, la metástasis de la corrupción y el correlato de la impunidad, una mayoría de la clase política sin ninguna formación ni sensibilidad y la invasión de Rusia a Ucrania. ¿Se puede resistir a tanto? ¿Cómo?

Para variar, los partidos políticos no logran acuerdos en procura de la gobernabilidad, la estabilidad económica y sudar la misma camiseta. En este contexto, las redes sociales alertan y exacerban la crisis, pero en la calle se vive la descomposición e inseguridad. Necesitamos un compromiso nacional para detener la catástrofe diaria. Ya no es tiempo para los bajos instintos, la vileza y la mala política. Entonces, no dejemos de asombrarnos y actuar, pues si ya nada nos llama la atención, todo está por suceder.