La cobarde represión del 8M

Nunca se había visto algo así contra las marchas del 8M en el país. La Policía Nacional estuvo desplegada desde el inicio de las marchas, pero poco tiempo bastó para entender que no estaban ahí para cuidar de las manifestantes sino para obstaculizar y agredir. No fue coincidencia, sucedió en varias ciudades. No fue una simple reacción, fue una consigna.

Claramente, este 8M fue distinto. No solo porque 2021 fue el año con más femicidios y muertes violentas de mujeres registrado en el país. No solo porque la pandemia golpeó más fuerte a la mujer y no hay política pública para su recuperación. Sino porque a pesar de todo esto, además, en el 8M hubo represión.

El gobierno envía a la Policía a reprimir manifestantes; sin embargo, ante la delincuencia fallan. Frente a los problemas sociales y económicos, fallan. Frente a la violencia y desigualdad de género, fallan. La popularidad gubernamental va en caída y en lugar de crear espacios de encuentro para responder a las demandas sociales, las tratan de callar con gas lacrimógeno y el golpe de toletes.

De hecho, no es la primera vez que somos testigos de una respuesta agresiva hacia las protestas sociales durante este mandato que no lleva ni un año en el poder. Pero sorprende que tanto sea el miedo que le tiene el Presidente Lasso a las manifestaciones que incluso reprime una marcha pacífica, conformada en su mayoría por mujeres de todas las edades, donde también habían niños y niñas.

Sepa, señor Presidente, que las marchas del 8M no son sobre usted. Las marchas del 8M son políticas, sí, pero van más allá de eso: son una conmemoración de las luchas y los avances en derechos, un recordatorio de las injusticias y la violencia que vivimos diariamente, y un memorial, personal y doloroso, que se hace en honor a todas las mujeres que murieron bajo la violencia machista. La represión en el 8M ha sido su acto más cobarde.