Sin igualdad no habrá recuperación

El impacto de la pandemia no ha sido neutral en cuanto a género se refiere. Las mujeres han sido afectadas de forma desproporcionada. Las brechas preexistentes se han ampliado y profundizado al punto que no podemos pensar en una recuperación pospandemia sin abordar estas desigualdades.

Estas desigualdades impactan la calidad de vida de las mujeres en el ámbito familiar, profesional y económico. Dentro del entorno familiar, las mujeres tienen una carga considerablemente mayor de tareas domésticas. Pre-pandemia, la mujer ecuatoriana dedicaba en promedio 31 horas a la semana a estas labores, mientras los hombres apenas 9. El confinamiento agravó esta situación, por lo que un 76% ha reportado un incremento de estas labores a causa de la pandemia.

Esta pobreza de tiempo empuja a las mujeres a trabajos flexibles, de medio tiempo o incluso a la informalidad, resultando en salarios más bajos, empleos de menor calidad y menos oportunidades de crecimiento profesional. Aglutina a las mujeres en sectores de servicios, gravemente afectados por la pandemia.

Hoy, la tasa de desempleo en mujeres sea 1,5 veces la de los hombres a nivel nacional y 3 veces más en el sector urbano. La falta de tiempo también afecta a las mujeres que deciden emprender, por lo que sus negocios suelen estancarse como pequeñas empresas, con costos más elevados y menor acceso al crédito; lo que aumenta sus posibilidades de quiebra.

La falta de autonomía las hace también más vulnerables; la violencia intrafamiliar se ha intensificado. Entre marzo y diciembre de 2020, se recibieron unas 80,000 llamadas de auxilio.

La tarea no es solo reducir el impacto de la pandemia sino diseñar una estructura social y económica que empodere a la mujer e incentive su inclusión. Esto no solo mejorará la calidad de vida de las mujeres sino que las protegerá de futuras crisis y amortiguará los efectos negativos para todos: mejorar la situación de la mujer fortalece a toda la sociedad.