Basta de tantos ‘cuentos de camino’

Alejandro Querejeta Barceló

 No es aventurado afirmar que el populismo, en el cual ha estado sumido el país por años, tiene una gran responsabilidad en la violencia delincuencial imparable que se vive en Ecuador. En esa tendencia se ubican aquellos que dicen, en el ambiente electoral vigente y sobre la base de culpar al gobierno, que lo enfrentarán y eliminarán en un plazo relativamente corto.

Se aprovechan del miedo que agobia a la población y plantan cara de líderes con la ‘fórmula mágica’ para desterrar los carros bomba, el horror cotidiano de homicidios, secuestros, extorsiones y desapariciones, los motines carcelarios, el narcotráfico ascendente y controlador, entre otros fenómenos reflejo de una crisis moral sin fondo. Un fenómeno conectado, como por un ‘cordón umbilical’, con la corrupción.

Se requiere de un gran pragmatismo para la construcción de una nueva política dirigida a paliar las causas profundas de esta gran tragedia. La demagogia y la ignorancia nos han conducido a este abismo. Nuestra sociedad, en este sentido, padece un cáncer terminal resultado del retroceso democrático que vivimos. Nada ni nadie está por encima o al margen de la Ley y la Constitución.

Conocemos los problemas que nos acorralan. Estamos hartos de los poderosos que dicen trabajar ‘por el bien del pueblo’ y en verdad siempre lo hacen por el suyo propio. Todo tiene que ver con el dinero y cómo conseguirlo. Todo esto hay que ponerlo sobre la mesa de la política, en un imprescindible e inaplazable ejercicio de transparencia.

El valor cívico y democrático de un pueblo que vota queda en riesgo cuando al populismo no le importa deliberar ni convencer, sino someter. Por difícil que parezca, siempre hay una salida viable. Ya padecimos el mesianismo, el caudillismo, el autoritarismo y el liderazgo carismático. Hay que ponerles freno de una vez.

Los fracasos, errores y aciertos colectivos, las duras lecciones que nos deja la historia, obligan a dejar de creer ‘cuentos de camino”. No es este el tiempo de seguir a los que siguen enarbolando utopías fracasadas una y otra vez en el país y en el continente. La fortaleza de la democracia radica en la transparencia, la claridad y la verdad, todas ellas enemigas del populismo.

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