Ecuador gastó más de $134.000 millones en educación, salud y seguridad desde 2003

REALIDAD. Un gran porcentaje del presupuesto en educación se ha malgastado.
REALIDAD. Un gran porcentaje del presupuesto en educación se ha malgastado.

Los sectores prioritarios han recibido presupuestos crecientes, pero los resultados han quedado a medias. El país es uno de los peores en la región en temas de calidad del gasto.

Si se suma el gasto público acumulado durante los últimos 18 años, se llega a la cifra de $431.223,8 millones. Ese monto representa casi 10 veces más que la riqueza acumulada por todos los adultos mayores de 18 años en el país.

En otras palabras, el Estado ha tenido una enorme cantidad de recursos para mejorar los servicios y reducir brechas de pobreza y de acceso a oportunidades.

Sin embargo, aunque hay avances en niveles de escolaridad, reducción de analfabetismo, entre otros, el país sigue teniendo problemas estructurales no resueltos, los cuales se profundizaron durante la pandemia.

Destino de los recursos

Más del 31% de ese gasto público se ha destinado a tres sectores considerados prioritarios:

  1. Desde 2003, se han invertido $57.126,02 millones en educación.
  2. En salud se han gastado $27.838,58 millones.
  3. La defensa (militares) ha recibido $25.566,48 millones; y los asuntos internos (Policía y tránsito) han tenido presupuestos acumulados por $23.691,11 millones.

Así, en esos sectores se han destinado más de 134.000 millones en 18 años. Solo el llamado tesoro nacional, con más de $208.000 millones, ha tenido más recursos.

Ese tesoro nacional incluye gastos en cuatros destinos: pagos de deuda pública, subsidio a los combustibles, transferencias a la seguridad social y a gobiernos locales.

Norma Ramírez, economista y docente, explicó que el Estado, a través del Gobierno Central ha desembolsado alrededor de $100 millones diarios, pero la calidad de los servicios no llega ni a la mitad de ese valor.

“Se debería caminar hacia un modelo de presupuesto base cero, donde cada año se deba justificar en qué se va a gastar como si fuera la primera vez que se lo va a hacer. Actualmente, se asignan recursos en base a lo que se ha gastado el año pasado y los anteriores, pero sin medir eficiencia ni pertinencia. Todo se hace por inercia”, acotó.

Made with Flourish

Sin eficiencia no hay gasto que valga

Ecuador está entre las 10 economías en América Latina con calificaciones más bajas en términos de eficiencia en el gasto público, según un reporte del Foro Económico Mundial.

Además, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha estimado que se pierden entre 15% y 30% del dinero invertido gracias a la corrupción, la tramitología innecesaria, la ineficiencia y el despilfarro (sobreprecios, construcciones deficientes, falta de planificación, entre otros).

En los últimos 18 años se ha gastado casi el doble en salud y educación de lo que se ha destinado a seguridad (militares y policías). Sin embargo, menos del 20% de la fuerza laboral ecuatoriano ha terminado la secundaria y tiene mayor formación.

Incluso en la década correísta, con el petróleo a más de $100 y un gasto público disparado, no se mejoró sustancialmente el acceso a internet ni la calidad de la infraestructura educativa, sobre todo en los sectores rurales.

Rosa María Torres, pedagoga, activista social y exministra de Educación, ha puntualizado en varias ocasiones que el sector educativo, a pesar de los presupuestos asignados, inició un proceso de estancamiento desde 2013.

Salud, de baja

Actualmente, se necesitan más de $860 millones solo para adecuar buena parte de las cuales, que han sido abandonadas sin mantenimiento durante años.

Asimismo, en el tema de salud, el desabastecimiento de medicinas es una realidad cotidiana (con altas y bajas) desde 2003. En medio de la pandemia el deterioro se sintió. Por ejemplo, en el hecho de que de cada $100, al menos $48 deben salir del bolsillo de las familias para costear lo que no tiene el sistema público.

En este contexto, Ramírez recalcó que, si se piden más dinero para los sectores prioritarios, primero se debe determinar cómo se está gastando los recursos.

“Solo así se puede recortar en lo realmente innecesario o improductivo y poner todo el esfuerzo en lo que sí da valor agregado. De lo contrario, la mayoría irá a un saco roto y los problemas estructurales seguirán sin mayores cambios”, concluyó. (JS)