Ya se fue

Jorge Oviedo Rueda

Desde hace diez años en el Ecuador no se habla de otra cosa que no sea de Rafael Correa. Unos a su favor, otros en contra.

¿Realmente se justifica esta especie de manía colectiva? A mí me parece que es una exageración. Siempre lo he dicho: ha sido el mejor mandatario que ha tenido la derecha, mejor que Ponce, Velasco Ibarra, Plaza y todos. Lo he dicho también, su superioridad está en que ha sabido secuestrar magistralmente el discurso de la izquierda. Si queremos retratar a Correa podemos decir: el mejor presidente burgués con discurso revolucionario.

Su mérito es haber consolidado el Estado-nación, construyendo una infraestructura que favorece directamente los intereses de la oligarquía. Su concepción burguesa nos deja un país híper endeudado, con las mismas taras de siempre y con un pueblo engañado y decepcionado.

Su sucesor trata de sincerar la política burguesa que está detrás del discurso revolucionario de Rafael. Dice con razón: para qué pelearnos con los actores a los que estoy favoreciendo desde el poder. Yo no veo en Lenín al sepulturero de AP, veo a un político realista que, con la tesis de la reconciliación nacional, trata de superar la falsa confrontación ideológica que tuvo su antecesor con la oligarquía.

Si fuera cierto que Correa es la nueva izquierda en el Ecuador no se hubiera ido, se hubiera quedado a luchar por su revolución. Amenazar con desafiliarse de AP no es sino una fanfarronada.

En estos momentos hay que construir una opción de izquierda que esté a la izquierda de RC y de la RC, lo que se ha comenzado a llamar posprogresismo, tesis que he defendido desde siempre y que no ha recibido el apoyo de los canijos intelectuales nacionales que no se sienten seguros si no les dan diciendo los pensadores extranjeros.

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