Partir

Eduardo Naranjo Cruz

El límite de la existencia llega a todo humano, sin embargo, los balances son desiguales, para unos persiste su presencia en las mentes de los que quedan, en función de cuanto se haya compartido para merecer ser recordado, lo contrario ocurre de quienes hicieron de su vida el egoísmo.

Todos, en el transcurso de nuestras vidas, confrontamos pérdidas de afectos hasta el día en que nos toca el turno y así continuará en tanto la humanidad sobreviva a sus propios desvaríos. Sin embargo, las acciones que más rebozan el corazón y el espíritu de los seres, son producto del amor, la entrega, la bondad, la sinceridad.

Hemos sentido la partida de una persona querida por toda la familia, María Maya Naranjo, dilecta prima que fue un ejemplo de vida, luchadora, solidaria, convencida, fue la última en partir de esta parte del clan, dejando un inmenso recuerdo de sus positivas y afectuosas acciones.

Formada en un hogar con altos valores en los que primó la honestidad, supo transmitir a los menores todos sus pensamientos, cosa poco común en estos tiempos tan áridos, donde se crean conflictos entre miembros de una misma familia y se valoran más las cosas que las personas.

Motivada, creativa y hasta activista política en función de sus creencias y valores, simplemente ayudando sin esperar recompensa alguna, como debe actuar quien tiene vocación para servir y compartir ideales de beneficio para la comunidad. Por esta conexión intangible, el clan presente, al partir la barca, derramó aromas de recuerdos.

Cuando la gente buena se va hay sentimiento de tristeza, pero también alegría de haber compartido vivencias inolvidables con alguien digno de llamarse humano, condición que somos proclives a perderla fácilmente a veces por nada, ella supo mantener siempre esa calidad de forma ejemplar.

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