La consulta

Jorge Oviedo Rueda

La fe pública debe estar sustentada en la confianza. Lo mismo para que el ciudadano confíe en lo que dice el Estado como en lo que le vende el tendero de la esquina. En lejanos tiempos bastaba la palabra.

Hoy todo se ha vuelto deleznable. Hemos llegado a dominar de tal forma el arte de la apariencia que podemos afirmar que vivimos una realidad ficticia. Lo mismo en el ámbito público, como en el privado. Si nos comemos un jugoso pollo resulta que está lleno de esteroides, si confiamos en la palabra de los políticos, pronto sufriremos una decepción. Lo más grave es que nos hemos resignado a la mentira, con lo cual nos estamos suicidando colectivamente.

En este ámbito se ubica la famosa consulta impulsada por Moreno. Todas las preguntas son un engancha bobos que inducen a votar sí por las dos ecológicas (Yasuní y minería). Es la mentira del Estado apoyada por los intereses privados locales y transnacionales.

Después del escándalo de Odebrecht razones tenemos en suponer que detrás de consultas como la presente corren ríos subterráneos de dinero. Todos podemos estar de acuerdo con que no prescriban los delitos sexuales contra los niños e, inclusive, que RC no pueda reelegirse, pero eso es nada al lado de los intereses transnacionales de explotar los recursos estratégicos de la Cordillera del Cóndor.

Reducir el área de explotación del ITT es una mentira frente a la verdad inobjetable de que no se lo debe explotar; prohibir la extracción metálica en áreas protegidas es contravenir el espíritu de la Constitución de Montecristi que prohíbe todo tipo de explotación minera.

De los viejos tiempos hay que rescatar el valor de la palabra y condenar la hipócrita mentira, elevada ahora a categoría de consulta popular.

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