¿Intifada?

Santiago Pérez Samaniego

El Presidente de los EE.UU., fiel a su línea de política internacional y a sus habituales declaraciones polémicas, desafió en esta ocasión al estatus quo de tierra santa declarando hace pocos días que el gobierno de su país oficialmente reconoce a Jerusalén como la capital del Estado de Israel, trasladando su representación diplomática desde Tel-Aviv a Ciudad Santa.

Podríamos interpretar este acto como un intento por cumplir con uno de sus ofrecimientos de campaña o por poner fin a décadas de cautelosa diplomacia norteamericana sobre Jerusalén o simplemente definirlo como un acto de irresponsabilidad política ante la comunidad internacional con la deslegitimación del derecho internacional, desmantelando el sistema de relaciones internacionales y poniendo fin a siete décadas de consensos alcanzados sobre el estatus de la emblemática ciudad.

Jerusalén ha sido considerada por las culturas árabes, cristianas y judías durante siglos como la joya de su orgullo nacional por su alto valor simbólico, político, religioso y cultural. En la historia más reciente de este conflicto, a partir de la guerra de 1948, la Ciudad Santa quedó dividida en dos mitades: la parte occidental, israelí, y la parte oriental, palestina. Desde 1967, Israel ocupó la parte oriental, que se anexionó unilateralmente en 1980, a pesar de la negativa del consejo de seguridad de la ONU que consideró a la medida como una violación al derecho internacional. Israel considera a Jerusalén como su capital «eterna e indivisible», situación que ningún país reconoce con la excepción de los EE.UU., mientras que Palestina fragmentada y limitada en la soberanía sobre su tierra intenta reconocer a Jerusalén oriental como capital de su futuro nuevo Estado.

Esta incendiaria declaración, obstaculiza aún más la frágil y distante paz entre palestinos e israelitas, generando violencia, intolerancia y abuso de poder, saboteando cualquier intento por conseguir esa paz actualmente estancada desde 2014. La medida agudiza tensiones en oriente próximo con una inminente ola de protestas en los países árabes, provocando amenazas como la de Hamás que llamó a una “jornada de ira” como inicio de una posible tercera intifada (rebelión del pueblo palestino contra la ocupación israelí). (O)