Entre el odio y el diálogo

Jaime Vintimilla

Una de las enseñanzas más interesantes de Buda guarda relación con el hecho que, sin estacionarnos exclusivamente en el diagnóstico y la mera crítica, las soluciones a diversos problemas provienen de la actitud y del pensamiento constante de generar soluciones. En este sentido, resulta primordial construir canales de comunicación adecuados que permitan a la ciudadanía concentrarse en aquellas ideas que iluminen un debate democrático donde el respeto a la diferencia sea la constante.

Sin olvidar los vericuetos intermedios, existen para transitar dos caminos bien trazados. En primer lugar, el odio o aquella aversión hacia lo que no gusta o se desconoce queriendo incluso su desaparición. En contraste, se encuentra el sendero del diálogo o apertura para entender la diferencia que facilita un momento de sosiego donde las personas pueden opinar e incluso gestar acuerdos de convivencia.

La primera ruta ha sido recorrida durante 10 años, pues escondiendo la historia se hicieron malabares para refundar por enésima vez al país, se reforzó la división y la lucha de clases, se negó la realidad mundial y con conocimiento de causa no nos era lejano el escenario de convertimos en una olla de presión que en cualquier momento todavía bien pudiere explotar.

La segunda salida se orienta a escuchar a los otros y afianzar el diálogo, pues los grandes acuerdos nacionales se edifican sobre la base de un debate transparente e incluyente. Todavía con el beneficio de la duda, no es momento de más enemigos, ni de discordia o amargura, es la hora del encuentro, en especial si se busca el progreso de todos los ecuatorianos.

El odio, la concentración de poder y la putrefacción encuentran en Venezuela un ejemplo a no seguir, por ello hay que construir un país abierto, flexible, respetuoso de los derechos, proclive a la inversión y sobre todo soberano, pero desde una visión moderna y no adversarial.

Al parecer los vientos cambian, pero hace falta más tiempo para aplaudir o repudiar, por ahora lo único que se pide es coherencia, respeto y admiración por las instituciones jurídicas y políticas donde cada ciudadano sea el eje de acción y el protagonista.

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