Engaño constitucional

Gabriel Hidalgo Andrade

Tres falacias sostuvieron al correísmo durante este año 2015. La constitucionalidad, la legitimidad y la ampliación de los derechos fueron los argumentos falsos presentados como democráticos para sostener este proyecto en agonía.

En el 2008 el correísmo elaboró una constitución que ahora les estorba y en este año la reformó precisamente en eso que altera su naturaleza. La constitución es clara la Asamblea Nacional no tiene, bajo ningún membrete, autorización para afectar la estructura o los elementos constitutivos del Estado, ni el procedimiento de reforma de la Constitución.

Incrementar arbitrariamente la influencia del presidente sobre todo el sistema político altera la estructura del Estado porque modifica la norma republicana de límites al ejercicio del poder; descompone los elementos constitutivos del Estado porque modifica la supremacía de la Constitución y la degrada al antojo interpretativo de cualquier corte constitucional; finalmente, se destruye el procedimiento de reforma constitucional porque ahora se puede reformar la Constitución bajo el membrete de la enmienda, sin distinción. En el futuro, expurgar al sistema institucional ecuatoriano del actual autoritarismo dependerá de una reforma, impulsada bajo el nombre de enmienda.

Otra gran mentira es el supuesto apoyo popular. Lo cierto es que el correísmo no tiene la suficiente legitimidad electoral para continuar en el poder. En el 2013 obtuvo apenas una mayoría simple en votos, cifra que está lejos de aquella que emparejaría el número de escaños asamblearios correístas con el número de sufragios populares necesarios para reformar la constitución. El 52% obtenido por el oficialismo en las últimas elecciones legislativas alcanza un poco menos de 5 millones de sufragios a una distancia de los 3 millones necesarios para conseguir una mayoría calificada equivalente en apoyo popular.

Lo mismo puede decirse al revés. Si traducimos el mismo 52% de los votos obtenidos a un número de escaños asamblearios, el correísmo debería tener 71 asambleístas y no 100, lo que representa 20 legisladores menos de los 91 que necesita para reformar la constitución y 29 menos de los que tiene actualmente. La falacia de la sobrerrepresentación consiste en hacer creer que ellos obtuvieron la mayoría suficiente para reformar la Constitución sin realmente tenerla en número de asambleístas ni en votos populares.

El populismo autoritario engañó a todo el Ecuador. Con la mitad de los votos, hace y deshace como si tuviera la totalidad. ¿Y el resto? Los demás cayeron en la trampa. Con esta distribución del poder, el correísmo desapareció debajo de su manga 3 millones de votos que no se toman en cuenta y que equivalente a 60 escaños que no representan a nadie.

En medio de este laberinto de números y fórmulas, se insiste que la gente tiene el derecho a elegir a sus mandatarios, incluyendo al que está en el poder. Le mienten a los ecuatorianos que eso amplía sus derechos. Pero, ponderemos, ¿qué derecho vale más, el de uno solo a ser reelegido o el de todos para alternar a las personas en su gobierno popular? (O) @ghidalgoandrade