En la Luna

Franklin Barriga López

Los soviéticos iban adelante en la conquista del espacio, allá por los años 60 del siglo XX: lanzaron Sputnik, el primer satélite; a Laika, la perrita que se convirtió en el primer ser vivo en esa órbita; los pioneros en tal carrera fueron Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova; un robot se estrelló en el satélite natural de la Tierra, entre otros logros que registra la Historia.

La carrera espacial, ante el real avance norteamericano, quedó definida con la llegada del hombre a la Luna, el 20 de julio de 1969: los norteamericanos Neil A. Armstrong, Edwin E. Aldrin Jr., los primeros en caminar sobre la superficie lunar, y Michael Collins, piloto del módulo de mando, fueron los héroes de tal hazaña, junto a miles de científicos, técnicos y obreros de la NASA.

A más de la conocida y famosa frase pronunciada por Armstrong (“un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad”), hubo otras poco divulgadas, igualmente de enorme importancia, intercambiadas entre el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon y el cosmonauta.

El primero aseveró: “Desde ahora el cielo forma parte del mundo de los hombres y como nos habla desde el Mar de la Tranquilidad, ello nos recuerda que tenemos que duplicar los esfuerzos para traer la paz y la tranquilidad a la Tierra”. Armstrong contestó: “Para nosotros es un honor y un privilegio estar aquí. Representamos no solo a los Estados Unidos sino también a los hombres de paz de todos los países. Es una visión de futuro”.

Este acontecimiento influyó en la geopolítica mundial, en plena Guerra Fría; ratificó la hegemonía ecuménica y no solamente científica de los Estados Unidos. Memorable triunfo de la libertad.

En estos momentos, sobre una arboleda de Quito, observo a la Luna, grande y luminosa, en la profundidad de la noche.

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