El equilibrio

Jorge Oviedo Rueda

Durante el siglo XIX el desequilibrio social en el Ecuador tenía abismos espantosos como el existente entre el campesino indio y los hacendados. Eso se reforzaba con las barreras mentales que los terratenientes crearon para anular a la mayoría de la población de indios, negros, mestizos y blancos pobres.

Después de la Revolución Liberal hasta la década de los noventa, la plutocracia liberal mantuvo, básicamente, la misma concepción de la república. La diferencia estuvo en que un nuevo protagonista irrumpió en el escenario político-social, me refiero al semiproletariado urbano y rural, que al calor de los acontecimientos mundiales comenzó a reclamar su participación en la vida nacional, ya no como invitado de piedra, sino como comensal con derechos.

Pero los “abismos espantosos” de la desigualdad se mantuvieron. Si hay una palabra que define al Ecuador desde su fundación hasta nuestros días es desequilibrio. En un extremo está una economía monopolizada y en el otro una inmensa mayoría que apenas sobrevive con su esfuerzo individual.

Correa irrumpe en este escenario con un discurso secuestrado a la izquierda. Durante una década logra repartir la riqueza nacional en un porcentaje de apenas el 0,0001%, a lo que él, orgullosamente, llama RC. Ahora su sucesor trata de poner las cosas en su lugar. No hay tal, dice, hagámosle caso a la realidad y no al discurso. La realidad es que si hemos estado favoreciendo a los empresarios, tenemos que continuar haciéndolo. Dejémonos de vainas, tiene que pasar la calentura.

Lo que queda por ver es si por ese camino Lenín logrará el equilibrio histórico que el Ecuador necesita, o solo le bajará un cero al porcentaje del desequilibrio. Si sabe que es así, no tiene por qué seguirse llamando revolucionario.

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