Diálogos

Franklin Barriga López

Tierry Maulnier, de la Academia Francesa, publicó ‘Diccionario de la terminología política contemporánea’. En la página 38 de su edición en castellano, Madrid, 1977, consta: “En la vida de las naciones, y en particular en los momentos difíciles, cuando el cielo se oscurece, cuando la tierra firme queda aún lejos, cuando el carburante se acaba, el ciudadano siente más directamente la importancia del derecho a ser gobernado”.

La autoridad, p. 37 de la misma obra, “no está para vejar o mutilar sin razón las libertades, sino para corregir sus insuficiencias, es decir, para ayudar a las naciones a desarrollarse y sobrevivir”.

A fin de cumplir estos objetivos, los gobernantes deben tener cualidades que les posibiliten desempeñarse en el camino correcto, sin traicionar la voluntad de los electores que ansían mejores días para sus familias y países. Si el mandatario se marea en las alturas, aplica recetas equivocadas, se aparta de lineamientos que guían hacia la libertad, la democracia y el progreso, hay serios riesgos para que prevalezcan el caos, el desgobierno y la desventura, como está aconteciendo al momento en Venezuela, bajo consignas totalitarias, incapacidad y fanatismo de ese régimen nefasto.

El diálogo entre gobernantes y gobernados es imprescindible y, por tanto, recomendable: no debe extrañar a nadie de buena fe, con mayor razón si se lleva a cabo entre personas de diferente tendencia política o ideológica, con miras a convergencias de sana y general utilidad. Lenín Moreno está propiciando diálogos con criterio de concordia y desarrollo. Si continúa en esa ruta, será un estadista.

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