Vivir con el ego: lo bueno y lo malo

El ego es un arma de doble filo Por un lado, nos ayuda a sentirnos confiados y seguros de nosotros mismos; por otro lado, a menudo puede estorbar. Es esencial para nuestra salud mental tener una cantidad adecuada de fuerza de ego. Tener demasiado poco puede hacer que nos sintamos inseguros y temerosos de asumir riesgos, mientras que tener demasiado puede ser perjudicial para nuestras relaciones personales y nuestro éxito profesional. Analicemos las dos caras de esta complicada moneda.

Los beneficios de un ego sano

Las personas con un ego sano suelen estar seguras de sí mismas y se sienten cómodas en su propia piel. Son capaces de establecer relaciones sanas con los demás y se sienten bien con sus logros. En dosis saludables, el ego es en realidad algo muy positivo. El ego es lo que nos permite sentirnos bien con nuestros logros en la vida, fijando y alcanzando objetivos, y formando relaciones sanas con otras personas. Nos ayuda a confiar en nuestras capacidades y a sentirnos bien con nuestros puntos fuertes y habilidades. El ego es algo positivo cuando está en equilibrio: cuando no es demasiado fuerte, pero tampoco demasiado débil. Sin embargo, cuando el ego es demasiado fuerte, puede provocar sentimientos de superioridad, incapacidad para escuchar las opiniones de los demás y una obsesión por uno mismo que deja poco espacio para la intimidad emocional.

El ego puede ser malo para tus relaciones

Las personas con un ego débil suelen ser demasiado sensibles a las críticas y temen cometer errores. Por el contrario, las personas con un ego demasiado fuerte pueden ser insensibles a las necesidades de los demás, sentir poca necesidad de escuchar las opiniones de los demás y estar completamente centradas en sí mismas. En casos extremos, tener demasiado ego puede llevar al narcisismo, que se caracteriza por un sentido exagerado de la propia importancia, una falta de empatía por los demás y una necesidad constante de admiración. El ego suele estar estrechamente asociado a la confianza en uno mismo, lo cual es bueno. Sin embargo, al definirte demasiado por tus logros y por cómo te comparas con los demás, puedes caer en la tentación de sentirte superior a los demás y perder de vista el valor de las relaciones.

Cuando el ego es demasiado fuerte
Si te comparas constantemente con los demás, midiendo siempre tu éxito con el de ellos y esforzándote constantemente por superarlos, es posible que tengas un ego fuerte que necesita ser refrenado. El ego está estrechamente relacionado con la confianza, pero cuando el ego es demasiado fuerte, la confianza se sustituye por sentimientos de superioridad y una necesidad de superar a los demás a toda costa. Si tienes demasiada confianza en ti mismo, serás capaz de establecer relaciones sanas con los demás. Sin embargo, puedes frustrarte fácilmente cuando los demás no reconocen tus habilidades y logros en la medida en que crees que deberían hacerlo. Un ego fuerte también puede hacer que estés menos dispuesto a aceptar comentarios y críticas, ya que eres menos receptivo a las ideas de los demás. Como tener demasiado ego dificulta las relaciones estrechas con los demás, también puede provocar sentimientos de soledad y baja autoestima.

Cómo fortalecer el sentido del yo
Si ves que tu ego se interpone en el camino de las relaciones sanas y quieres atenuarlo, hay varias cosas que puedes hacer. En primer lugar, sé consciente de tus puntos fuertes y débiles. Es importante tener un sentido de la confianza, pero es igualmente importante ser realista sobre los aspectos en los que destacas y los que necesitas mejorar. En segundo lugar, intenta centrarte menos en ti mismo y en tus propios logros, y más en los éxitos de los demás. Por último, puedes intentar rebajar tu ego aprendiendo a dejar de lado las cosas que están fuera de tu control.

Conclusión
Vivir con un ego fuerte no es malo, siempre que esté en equilibrio. Si tu ego es demasiado bajo, puedes sentirte demasiado sensible, demasiado crítico contigo mismo y con los demás, y desanimarte fácilmente ante los contratiempos. Si tu ego es demasiado alto, puedes ser insensible a las necesidades de los demás y menos receptivo a la retroalimentación. No hay una cantidad correcta de ego que funcione para todo el mundo, porque todos tenemos diferentes puntos fuertes, debilidades y experiencias vitales. Lo importante es tener la cantidad adecuada de confianza que te ayude a sentirte cómodo en tu propia piel y a ser capaz de establecer relaciones sanas con otras personas.(IA)