Un enamorado del Ecuador

Lo conocí hace muchos años, cuando estudiaba en la Universidad Central del Ecuador. Un día de septiembre, buscaba la secretaría de la Escuela de Ciencias de la Información, en busca de su matrícula. Quería prepararse para ser periodista.

Caminaba como dando saltos pequeños lo que resaltaba su figura flaca y desgarbada que me recordaba a Don Quijote de la Mancha, claro sin armadura, sin Rocinante y sin su escudero ya que, yo suponía no tenía un sucre para comer, mucho menos para pagar la compañía de un Sancho Panza que lo acompañara. No lo sé, sospecho que recaló en Quito, huyendo de algo o tal vez de una vida sin sentido que, seguramente, dejó atrás en su Santiago de nacimiento; solo sé, que nunca más abandonó al Ecuador donde fijó su residencia y su querencia.

PERIODISTA DE LA PALABRA
Fernando era periodista de la palabra y por eso, buscó trabajo en el diario El Comercio, de Quito, para sentirse a gusto con su vocación y su servicio. Poco a poco, sus crónicas le llevaron a crear una sección en el diario que la llamó “El Ecuador que usted no ha visto” y era extraño, el autor, siendo extranjero, mostraba a los connacionales aquellas tierras, aquellos paisajes, aquellas gentes, aquellos sueños, aquellas esperanzas e ilusiones que brotan a raudales en los confines más recónditos de nuestro país

LOS ENAMORADOS DEL ECUADOR
Fernando Villarreal no fue el único extranjero enamorado del Ecuador que dedicó gran parte de su producción periodística a describir a nuestro país, pero, lastimosamente si fue el último. Antes de él, existe una lista larga de personalidades que se sentaron a describir las características de nuestra geografía y las de nuestra gente.

Solo para destacar, nombremos a Friedrich Wilhelm Heinrich Alexander, Freiherr von Humboldt, más conocido como Alexander von Humboldt, quien visitó y vivió en nuestro país en los años entre los años de 1802 a 1805 en que volvió a Europa. En aquellos días realizó varias ascensiones a los Andes ecuatorianos, entre ellos al Chimborazo, el nevado más alto del Ecuador, el volcán Cayambe y el monte tutelar de Quito, el Pichincha. Humboldt recorrió prácticamente toda la Sierra del Ecuador, realizando mediciones de las montañas y recolectando plantas. El alemán se mostró muy interesado en el estudio de las ruinas incaicas existentes en el actual Ecuador, como el castillo de Ingapirca, en la provincia del Cañar. Sus crónicas de estos años están recogidas en sus libros, mapas y textos de la flora y fauna de las tierras visitadas. En el pasado siglo, una mujer alemana de nombre Lilo Lilo Linke llega al Ecuador en 1950 a escribir, por encargo del Royal Institute of International Affairs, un libro llamado Ecuador Country of Constrast que se publicó en 1954.

Ese mismo año inicia una columna en el diario El Comercio sobre su visión del país ya que decidió quedarse a vivir en Ecuador, donde murió en 1963 mientras viajaba entre Londres a Atenas. Está enterrada en Quito. Por lo tanto, Fernando Villarreal es la continuación de esta lista honorífica de ciudadanos extranjeros que no pudieron resistirse a los encantos de nuestro país y escribir con la pasión de amantes enamorados sobre el..

EL SUSTO DE SU VIDA

Un día, gracias a esta sección, el presidente de la compañía, David Mantilla, al regresar de un viaje a los Estados Unidos, le había entregado a Fernando, una cámara fotográfica MAMIYA, es decir, una cámara profesional, con el fin de que las fotografías del Ecuador profundo sean de la más alta calidad posible. Recibí la llamada de Fernando pidiéndome que le enseñara a manejar esa cámara.

Llegó el día en que debía abandonar, una vez más a Quito, para adentrarse quien sabe por qué caminos y Fernando emprendió uno de sus viajes, llevando consigo aquella joya de cámara.

Días después, nuevamente me contactó y con voz entrecortada me dijo que le habían robado la cámara en San Lorenzo, lugar a donde había viajado. Su voz, era la voz de un niño que no quería enfrentar las consecuencias de sus actos y me pedía que hablar con David Mantilla y le explicara que se trataba de un robo y no de un descuido de su parte.

Hablé con el presidente y, generosamente, accedió a no castigar a Fernando, pero la cámara pertenecía a la compañía y no se podía evitar que el costo fuera cubierto por el reportero. Lo cobraría en cómodas cuotas mensuales. Mientras tanto, ese mismo día Fernando había intentado regresar a Quito sin conseguirlo. Se había quedado en la ciudad de Esmeraldas.

Esa noche volvimos a conversar telefónicamente y le expliqué el arreglo al que debía someterse. Según me relató Fernando, al día siguiente, aun acongojado, decidió viajar a Atacames a pasar un día de playa buscando relajarse y olvidar el incidente. Allí, caminando por la playa casi vacía, pues no era temporada ni feriado, se acercó a comprar agua de coco y se puso a conversar con el vendedor, un hombre fornido de unos 35 años, negro como la noche y con una amplia sonrisa donde brillaban sus dientes blancos.

Fernando le había contado que era periodista y que andaba por esa tierra conversando con la gente, conociendo sus anhelos y sus labores. El vendedor luego de una larga charla le contó que un conocido suyo estaba vendiendo una cámara y le preguntó si no tenía interés en comprarla. Sin dinero y sin interés, Fernando le había rechazado la oferta, pero el vendedor le había insistido y con un silbido llamó a su amigo, el que tenía la cámara. Sí, supongo que la sorpresa de Fernando debe haber sido mayúscula, pues, la cámara ofrecida era la que le habían robado días atrás en San Lorenzo.
Tras el consabido regateo, Fernando había recuperado la cámara y con esa risa de niño grande pillado en alguna travesura había salido de la playa, casi, casi que volando a tomar sus cosas del hostal donde se había alojado para embarcarse en un transporte hacia Quito.

AL LLEGAR A QUITO

Apenas llegado a la ciudad, volvió a llamarme para contarme esta historia y pedirme que le ayude para que el final fuera feliz, o al menos, poco dolorosa. Esperaba que la empresa le recibiera la cámara y no le descontara mensualmente el valor de esta. Así fue, David Mantilla ordenó al departamento de contabilidad que suspendiera el trámite y recibiera en inventario a la cámara. Fernando, no volvió nunca a tomar esa cámara tan costosa y mejor se compró una de segunda mano y de categoría inferior, pero que no causaría tanta angustia como la Mamiya del cuento.

ADIÓS FERNANDO

Hoy, nos llegó la mala noticia de que Fernando Villarroel ha fallecido. Gran amigo chileno que ya no volverá a internarse en alguno de aquellos caminos que llevan a los rincones más recónditos del país. Sus restos descansarán en Mira, provincia del Carchi, porque sus habitantes lo habían declarado, en vida, como hijo de esa tierra y Fernando había aceptado permanecer eternamente en ella.