Secretitos de Juan Montalvo

Gonzalo Sevilla Fiallos

De don Juan Montalvo Fiallos se ha escrito bastante, se han publicado innúmeras biografías; como polemista que era, causó muchas controversias.

Sus biógrafos, en unos casos, han sido objetivos y apegados a rigurosos análisis de su vida y obra; otros, han emitido opiniones sesgadas y parcializadas en las que se notan las grandes diferencias ideológicas que les caracterizan. Sin embargo, en todas se puede constatar que siempre se ha reconocido la gran valía literaria del ilustre ambateño.

En estas líneas no pretendo hacer otra apología del formidable escritor, me voy a limitar a escribir aspectos poco conocidos de su vida; como un defensor a ultranza de su buen nombre y el de su familia; algunas anécdotas relacionadas con su tempestuosa relación con la gente que le persiguió, le insultó, le desterró y causó que muera en soledad, en París.

Haré alguna referencia respecto de sus orígenes y de ciertas circunstancias que le identifican como un purista del idioma, como un bien calificado “Apóstol de la Libertad”. Fue Montalvo una persona muy poco dada a las rimbombancias de los linajes, la nobleza y la prosapia. En una carta dirigida al venezolano, don Julio Calcaño, poeta, narrador y ensayista, en octubre de 1885, le aclara lo siguiente:

“Lo que hay en mis venas de sangre española me viene de Andalucía y no de Galicia, Andaluz fue mi abuelo paterno, don José Montalvo y de Andalucía pasó a Cuba, donde se formó opulenta familia que hoy lo lleva ennoblecido, yo no sé si por sus altos fechos, o por los millones del viejo Conde de Montalvo que murió ha algunos años en París…” y agrega más adelante: “…Lo cierto es que el marquesado y el condado son hoy en día tan baratos, que solamente por prurito democrático no es conde ni marqués cualquier indiete que asoma por ahí con cuatro reales.” (1)

Al parecer, Montalvo comete una equivocación en la cita anterior pues, según la genealogía de la familia Montalvo investigada por el doctor Fernando Jurado Noboa, el origen se remonta a la villa llamada Montalvo de Cameros, perteneciente al partido judicial de Torrecilla de Cameros en la provincia de Logroño, al norte de Castilla la Vieja, ese sería el origen del apellido. En el siglo XVII, se establecen en Palencia, capital provincial y desde ahí y de Valladolid, capital de Castilla y León, emigran a Cuba en el año 1734.

En lo que no se equivoca es en su vínculo con Lorenzo Montalvo y Montalvo, I Conde de Macuriges que fue hermano del abuelo de don Juan, José Santos Montalvo. Además, otro de sus tíos abuelos fue don Francisco Montalvo y Ambulodi, virrey de Nueva Granada.   

José Santos Montalvo emigró de Cuba al Ecuador y se radicó en Guano en casa de la familia Oviedo Avendaño, ricos productores de bayetas. Como la familia Montalvo tenía tradición de antaño en la comercialización de estos géneros, en España, tuvo mucho éxito y logró hacer una apreciable fortuna.  Don José se casó con doña Jacinta Dionisia Oviedo Avendaño, hija de los anfitriones que le acogieron cuando llegó de Cuba y tuvieron dieciséis hijos, todos nacidos en Guano, el noveno fue Marcos Montalvo Oviedo.

Don Marcos, salió de Guano  y se radicó en Ambato, lugar estratégico y adecuado para sacar adelante el negocio de las bayetas.

En esa ciudad se conoció con doña Josefa Fiallos y Villacreses, se casaron y formaron el matrimonio Montalvo Fiallos, tuvieron trece hijos, tres de ellos murieron niños, el doceavo fue el Cosmopolita; el mayor, fue Francisco quien, casado con doña Manuela Sevilla Vásconez, hija de Tomás Sevilla Naranjo, prócer de la Independencia, fue mi tatarabuelo por la línea de mi abuela paterna, doña Cornelia Montalvo Suárez. Este vínculo honra a toda mi familia y justifica la razón de este escrito. 

Fernando Jurado Noboa, en el estudio genealógico de la familia Montalvo, describe  a don Marcos así:

– “Érase don Marcos de tipo godo: alto, blanco, de ojos azules y de pelo rubio y ensortijado; en su juventud fue de carácter bohemio y dejó fama de hábil en la guitarra y en la entonación de la música. De adulto fue de carácter serio y adusto, realzados por su fuerte complexión física…”. “…Fue don Marcos hombre honrado, trabajador e hijo ejemplar con su madre viuda. Figuró con notoriedad en la política, siendo partidario de la Independencia, como tal estuvo el 12 de noviembre de 1820 en la toma del Cuartel Realista de Ambato…” “…Don Marcos fue Regidor del Primer Cabildo Patriota de Ambato en 1822…” (2)

En lo que tiene que ver con el Cosmopolita, Rufino Blanco Fombona, escritor, diplomático y editor venezolano, figura destacada del modernismo literario, en el prefacio que escribió en una de las tantas ediciones de los Siete Tratados,  en 1912, describe a Montalvo en los siguientes términos:

“Era don Juan Montalvo un caballero de estatura procera, tirando a cenceño, bien apersonado. La tez morena del hombre blanco nacido en los trópicos…”  “… la riza cabellera de azabache se ensortijaba sobre la frente amplísima formando como un orbe de serpientes lucias…” “…Los ojos oscuros, grandes, luminosos, <<se van, dice el propio Montalvo, se van como balas negras al corazón de mis enemigos y como globos de fuego celeste al de la mujeres amadas>>; la nariz era recta, larga; los dientes blancos, uniformes, cuidados con esmero…” “…lampiño, o de escasa barba, apenas usó bigote” “… Muy presumido en su persona, acicalábase cuanto podía. Gustó siempre de vestir con elegancia…” (3)

Su viruela
La doctora Ruth Cobo Caicedo en un ensayo titulado, “Montalvo, Una Pasión” hace una referencia relacionada con la terrible enfermedad de la viruela que afectó al escritor en su infancia.

– “Tal vez tendrá cuatro años cuando le ataca la viruela (…) dejando huellas en su rostro queriendo usurparle la belleza, su tersa piel color canela está invadida por cicatrices. El mismo más tarde explica:” (4)

“…El virus infernal hubiese hecho ya acto posesivo de mis venas…esas brujas invisibles, Circes asquerosas que convierten a los hombres en monstruos, me echaron a devorar sus canes: y dando gracias a Dios salí con vista e inteligencia de esa negra batalla… pero el adorado blancor de la niñez, la disolución de las rosas que corrían debajo de mi epidermis  aterciopelada, se fueron ¡ay! se fueron y harta falta me han hecho en mil trances de mi vida…”  (5)

A continuación, algunas cosas relacionadas con su formación académica que, de lo que se conoce, fue brillante alumno del Colegio San Luis de Quito, en donde estudió la secundaria y obtuvo las más altas calificaciones  que se podían aspirar. Cuando se graduó le fue concedida la condición de Maestro en Filosofía. Posteriormente hizo algún estudio insignificante en la universidad y, más bien, fue con al gran apoyo que recibió de sus hermanos mayores que consiguió constituirse en un verdadero autodidacta pues le proveyeron una biblioteca inmensa. Se ha sabido que tenía una memoria privilegiada y era capaz de memorizar todo lo que leía. Logró dominar lenguas muertas como el griego antiguo y el latín; hablaba inglés, francés, italiano; y, obviamente, dominaba el castellano; leyó e interpretó a los clásicos en los idiomas en que escribieron sus obras: Platón, Virgilio, Sócrates y Aristóteles; conoció mucho la literatura de Víctor Hugo, de Lamartine, de Lord Byron, de Zorrilla…

Un escritor juvenil

Empezó a escribir cuando tenía juveniles veinte años, conforme pasó el tiempo ya dio sus primeros pasos combatiendo al gobierno de Urbina, luego lo haría contra García Moreno, Veintimilla y fueron esos tempestuosos gobiernos los que le granjearon la enemistad con muchos políticos ubicados en el conservadurismo, unos; y,  en las filas del liberalismo, otros.

Por esos gobernantes fue desterrado. Tuvo detractores en la Iglesia, de ahí que se le consideraba un apóstata, hereje y anticlerical. Por jerarcas católicos se condenó su obra magna, Siete Tratados; por ese portento de filosofía fue excomulgado y fue al autor de la Pastoral en la que se prohibió la lectura de Los Siete Tratados, monseñor José Ignacio Ordóñez, arzobispo de Quito a quien dirigió La Mercurial Eclesiástica. Entre tantos capítulos que demuestran el criterio y la opinión que Montalvo tenía de la Iglesia y del clero, hay una muy importante que desvirtúa eso de su anticlericalismo: Se refiere a la máxima de Solón en la que afirma que:

“Hombre sin buenas costumbres no puede gobernar”.  Luego complementa: “En lo eclesiástico, en la santa Iglesia, como ellos dicen, ¿qué será?” “…Las excepciones que hago de continuo a favor de los sacerdotes que han merecido bien del género humano por la sabiduría y las virtudes, les harán ver que no soy enemigo ciego del clero…” (6)

“El sambo montalvo”

Contra enemigos poderosos luchó y tuvo que lamentar insultos y denuestos que fueron la materia prima para sus respuestas que derivaron en la escritura y publicación de obras extraordinarias que quedaron para la posteridad.   

Peyorativamente, le llamaban “El Zambo Montalvo” en clara alusión a su ensortijada cabellera y que, con trasnochadas ideas decimonónicas, se le atribuían antepasados de origen africano, sin conocer o desconociendo sus verdaderos orígenes mencionados anteriormente, para desmerecer su condición social e intelectual en una época en la que, más que en ninguna otra, se subestimaba a la gente proveniente de ese continente porque se asociaba a los negros con la esclavitud. Es precisamente en el contexto anterior en el que se manifiesta con mayor fuerza la enemistad irreconciliable que Montalvo tenía con Juan León Mera.

En uno de los opúsculos filosóficos de Montalvo: El Antropófago,  al capítulo 7 lo titula: De La Esclavitud, y da a Mera una furibunda respuesta a la ofensiva afirmación que le hiciera, calificándolo de ser un híbrido y monstruoso engendro de dos razas malditas. Le dijo:

“…Hijo de hombre de bien y de mujer honesta, en matrimonio en donde no cabe duda, el fruto soy de las bendiciones de Dios, pues, Dios bendice siempre la honradez en el uno, la honestidad en la otra. Veneración en algunos, cariño en muchos, respeto en todos, tales fueron los bienes de mis progenitores, quienes vivieron en la holgura que proporciona el trabajo, ajenos de pensar que un día sus hijos devorarían el hambre del destierro, serían llamados mendigos, y ellos mismos, los difuntos, acometidos y perturbados en el profundo reposo de la eternidad. ¿Tú que les ofendes, tú que les insultas, no tuviste padres? ¿no temes que al ver como remueves y sacudes los huesos de sus compañeros de muerte, violando la sagrada tumba, te echen al través de los tiempos y las sombras de reprobación y maldición?…” “…Maldita es la raza de Caín, y sus descendientes lo maldicen todo, padres, hijos hermanos, todo lo maldicen, sangre, virtudes, dones de la naturaleza, todo lo maldicen, vivos muertos venideros, todo lo maldicen. Y lo maldicen a nombre de Dios, porque son sus enviados; a nombre de Jesucristo, porque son cristianos: ¡Oh, no! Jesús fue bueno, humilde, caritativo, santo, Jesús andaba perdonando y bendiciendo, Jesús resucitaba los difuntos, y no los mataba en lo muerto bailando sobre ellos a nombre de su padre.

No, no soy hijo de dos razas malditas, mi padre fue bueno, mi madre santa, y mujer tal, que con sólo su recuerdo purifica a las madres. Pero tú sabías, León Mera, que yo derivaba de dos razas malditas…” (7)   

Entre otras cosas, en el mismo capítulo se refiere al color de su piel así: 

“…Raspad en un caballero de la América del Sur, y bajo la epidermis daréis con el indio o con el negro de África. Esto no nos perjudica, Benito Juárez era azteca sin gota de sangre española, y metía emperadores en buena guerra. Alejandro Dumas fue mulato (…) uno de los primeros escritores de Francia…”

“…Mi color no es cetrino, ni deslumbrante como en los hijos de Albión; mi sol está siempre en el equinoccio, me hace hervir la sangre, y su luz concretada en ella, me sube al rostro. El alma, como la pluma del cisne; por ella no han pasado las pestilentes sombras del crimen ni los vicios…” (8)

El capítulo 16, Prosa de la Prosa lo dirige, también, a Juan León Mera y hace referencia a su cabello y a su ausencia de barbas:

“Cabello etíope: Son gruesos caracoles y enormes anillos de azabache que has envidiado siempre. Los egipcios, padres de los sabios del mundo, mataban a cuanto individuo se les presentaba con la cabellera de mala pinta. La experiencia les había enseñado que, si los dioses tienen enemigos entre los hombres, son los albinos, caquerlaques y más entes de tu naturaleza, espinosa, mal hombre. Hablas de luz, y huyes del sol; hablas de colores, y no puedes ver el iris. Y tú, el de cabeza quichua, mera, redrofo de tamenes (10), ¿qué no darías por despojarte de tus cerdas lacias, en cambio de un soberbio erguido pelo que en magnífico desorden se derrama formando negros tirabuzones y sortijas que acodician a las diosas del Olimpo?

(10) Tamenes. Vido Solís. Conquista de Méjico

“Barbilampiño: No quiero horribles barbas, porque no soy cabrón, y cabrones conozco no muy beneméritos de barba. Los chivos andan vanagloriosos de las suyas; yo no estoy mal hallado con mi bigote chinesco, y menos cuando sé la historia natural del género humano trae escasez de barbas como una de las mejores señales (11); es lo que canilla silgada y ancho casco en corcel de buena raza; al paso que las barbas espesas y aborrascadas le impiden ser gente a Sancho Panza. Nada tengo que envidiar a Zoilo ni a Hudibrás.” (9)

(11) Virey, HISTORIE NATURELLE DU GENRE HUMAINE.

Es importante mencionar que la rivalidad con Juan León Mera tuvo otras réplicas: Roberto Agramonte, filósofo, sociólogo y político cubano, gran recopilador de obras inéditas de Montalvo, publicó, en 1936, dos tomos que los tituló: “Páginas Desconocidas”. En ellas están casi todos los opúsculos, hojas volantes y otros trabajos, entre las que constan las “dedicadas” a Mera: Marcelino y Medio, Masonismo Negro, El Búho de Ambato, Bailar sobre las Ruinas, El Peregrino de la Meca, Coronación del doctor Martínez en Ambato (tío de Mera).

LOS DOS JUANES
Hubo un acontecimiento muy simpático entre los, todavía, dos Juanes de Ambato. Darío Guevara, biógrafo de Juan León Mera, hace mención a que, en la administración del general Ignacio de Veintimilla, los dos Juanes, opositores al régimen, se aproximaron para saludarse cordialmente pero,  a garrotazos. Siguiendo la costumbre de otros años, Juan Montalvo hizo un paseo vespertino por la zona pintoresca de El Socavón, La Liria y Atocha, balanceándose en su bastón gordo con nervio de estoque acerado. Pasó el puente de Atocha y, al empezar el ascenso, decidió tomarse un descanso sentándose en una piedra. Mera, casualmente iba en sentido contrario apoyándose en un bastón de caña brava y cubierto la cabeza con un sombrero jipijapa, se encontraron de manos a boca.

Al respecto hay dos versiones: la una dice que se dieron un cordial saludo a garrotazos, y quien llevó la peor parte fue Montalvo que, al retirarse, olvidó su bastón y su sombrero. A la tarde un empleado de Mera fue a la casa de Montalvo a devolverle el sombrero limpio y bien cepillado a pesar de haber quedado muy maltrecho por los pisotones de ambos. La otra versión es la que refiere Juan León Mera Iturralde, según él, el agresor fue Montalvo quien descargó sus bastonazos sobre la cabeza de Mera quebrándole el ala del sombrero jipijapa. Como testigo de la contienda estuvo un empleado de Mera, un tal cholo Paredes, quien, al ver que el zambo orgulloso le estaba agrediendo al patrón Juanito León, trató de intervenir pero, Mera le gritó, ¡alto!: aquí peleamos entre hombres y ya terminaremos como caballeros. Posteriormente, se tomaron del brazo y entraron en la ciudad, haciendo promesas de guardar en secreto el incidente.

Desgraciadamente, el cholo Paredes, divulgó el acontecimiento y enseguida todo Ambato se enteró de todo. ¿Qué pasó con el sombrero y el bastón de Montalvo? El sombrero fue entregado como se mencionó en la primera versión pero, el bastón fue conservado por Mera como reliquia ganada en buena guerra. Posteriormente, Mera, revolviendo papeles encontró un ejemplar de, Marcelino y Medio y leyó un cuarteto que Montalvo le dedicó que dice así: (10)

Poeta que llueves sentado

Imitando a las mujeres

Dime tú ¿qué decir puedes

A los que llueven parados?

Entonces Mera escribió en su libro inédito de Fábulas, Sátiras y Epigramas una respuesta a cinco versos: (11)

Soy el rey de las fasañas

Y a todo valiente reto…

(aquí para mi coleto

Con los que manejan cañas

Vive Dios, yo no me meto)

Montalvo y García Moreno

A pesar de que se pueden otorgar las anécdotas a varios protagonistas o autores, a Juan Montalvo se le atribuye esta que se había producido cierta ocasión en alguna calle céntrica de Quito.

Caminaba Montalvo sobre una angosta vereda en la que no había espacio sino para una persona; en sentido contrario se aproximaba el doctor Gabriel García Moreno, al encontrarse frente a frente, García Moreno reconoce a Montalvo y le dice:

-Yo no les cedo el paso a los burros- Montalvo se baja a la calzada y haciendo una reverencia, le contesta,

-En cambio yo, sí- y continuó su camino sin detenerse a esperar la respuesta.

Esto de tratar a Montalvo de burro, tiene su origen en la publicación de, “El Cosmopolita” obra escrita con especial dedicatoria a García Moreno. Fueron tales los escritos en contra del gran tirano que, sagaz como era, sintió el castigo y tildó a Montalvo de “El Cosmopollino”.

Enfrentar a García Moreno, fue para Montalvo tarea titánica, al dictador se lo calificó como teólogo fanático, un poderoso enemigo político que no dudaba en mandar al paredón a sus opositores. Uno de sus rivales fue el general Manuel Tomás Maldonado que lideró una insurrección para derrocarlo. Fue apresado y posteriormente fusilado en la plaza de Santo Domingo. García Moreno exigió que ese acto cruel y sangriento se lleve a cabo en la presencia de la mujer y los hijos del general insurrecto.

En vano rogaron y clamaron familiares y clérigos por la vida del alto oficial, lo mató sin piedad ni misericordia.

Los frailes que eran sus protegidos, le tenían pavor. Se cuenta que cuando menos se esperaba, llegaba a los conventos y sacristías  para informarse por sus propios ojos de la conducta de los religiosos, pobre del que era sorprendido bebiendo u holgazaneando o faltando los mandamientos de Dios, eran reprendidos duramente y en ocasiones les exponía al escarnio público, les hacía atravesar, a caballo, toda la ciudad portando algún rótulo que los identificaba como infractores.

Una vez, estando García Moreno en el templo, predicaba un curita que no era precisamente un hombre de muchas luces. García Moreno, teólogo profundo y orador de primer orden, a viva fuerza, apeó al fraile y subiéndose al púlpito, pronunció él el sermón.

Fue a ese formidable García Moreno a quien Montalvo combatió a sangre y fuego; fue a él a quien dirigió El Cosmopolita. El “Santo del Patíbulo” estuvo en la mira de Montalvo desde 1860 hasta 1875, año en el que varios de sus discípulos se confabularon y lo asesinaron. Montalvo en aquellos días estaba desterrado y cuando se enteró del tiranicidio exclamó:

-Mi pluma lo mató-

En el año 1879, época en la que Montalvo regresó a Ambato, escribió:

“Para lo que ha sucedido en el Ecuador después de la muerte de García Moreno, yo le hubiera dejado la vida al gran tirano”

Veintimilla y su gran lucha

En las Catilinarias que fue una verdadera obra maestra en contra del general Ignacio de Veintimilla, Montalvo se refiere a García Moreno en términos tan elevados que contrastan con el desprecio que sentía por Veintimilla, de quien dijo “… Ignacio de Veintimilla no ha sido ni será jamás tirano; la mengua de su cerebro es tal, que no va gran trecho de él a un bruto. En cambio, de García Moreno, se expresó así:

“Hablando de nosotros, achicándonos, descendiendo a la órbita como un arito donde giran nuestros hombres y nuestras cosas, podemos decir que Don Gabriel García Moreno fue tirano; inteligencia, audacia, ímpetu; sus acciones atroces fueron siempre consumadas con admirable franqueza; adoraba al verdugo, pero aborrecía al asesino; su altar era el cadalzo, y rendía culto público a los dioses, que estaban allí danzando, para embeleso de su alto sacerdote. Ambicioso, muy ambicioso, de mando,  poder, predominio; inverecundo salteador de las rentas públicas, codicioso ruin que se apodera de todo sin mirar en nada, no. Si García Moreno robó, lo que se llama robar, mía fe, señor fiscal, o vos, justicia mayor de la República, que lo hizo con habilidad e manera. Un periódico notable de los conservadores lo acusó de de tener en un banco de Inglaterra un millón y medio de pesos (1). El tiempo, testigo fidedigno, aún no depone contra este terrible difunto; allá veremos si sus malas mañas fueron a tanto; en todo caso, su consumada prudencia para sin razones y desaguisados al Erario, queda limpio.” (12)

(1) La América, de Bogotá

Durante las largas permanencias que, como resultado de los destierros que tuvo que vivir en Francia, Montalvo se relacionó con lo más destacado de la cultura europea. Entre otros intelectuales con quienes hizo amistad, fue con don Emilio Castelar, escritor español, miembro de la Real Academia de la Lengua,  presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República Española entre 1873 y 1874. Gracias a alguna situación de orden literario, se conocieron y en uno de sus viajes a Madrid, Montalvo, le regaló un sombrero Jipijapa. Posteriormente, al ser Montalvo un libertario y profundo conocedor de la situación que vivía Cuba en esa época, intentó interceder por la libertad de la isla y obtuvo como respuesta de Castelar una rotunda negativa.

Era tal la posición de Castelar respecto a conceder la libertad a la isla antillana que en algún momento diría “España hizo América, como Dios hizo el mundo… América será española eternamente”. Ante esa situación, Montalvo escribió un opúsculo inédito que le tituló, Devuélveme mi Sombrero, Castelar. Sin duda, esa acción le valió a Montalvo la gran admiración que el pueblo cubano tenía y entiendo que tiene por él, tanto que, sin temor a equivocarme, en Cuba se conoce su obra con mayor profundidad que en el Ecuador. 

Con quien también  tuvo Montalvo una entrañable amistad fue con doña Emilia Pardo Bazán, la condesa de Pardo Bazán. Fue ella una noble y aristócrata novelista, periodista y catedrática española. Sostuvieron una nutrida correspondencia y, en una carta fechada en París el 8 de abril de 1888, Montalvo le dice, entre otras cosas: “…Puede usted fingir ese genio campechano que prodiga; pero la esencia melancólica no se ocultará sino a los hombres de vista gorda y entendimiento güero…” (13)

Inmediatamente, el 11 de abril, le escribe otra carta en la que le manifiesta:

“Aún no habrá recibido mi carta del viernes santo y ya le escribo otra;  pero esta es una  edición literaria, edición que no es sino un pretexto para saludar a usted y hacerle ver que nuestra correspondencia, lejos de serme enojosa, me sirve de agradable pasatiempo. El duque d’eAudiffrey-Pasquier, en un discurso académico, escribió l’Aaccadémie, con dos cees. El duque d’Aumale, en un escrito reciente, estampó una palabra de ortografía macarrónica: ya se habrá usted acordado de estos insignes literatos cuando topó con ese güero de mi carta. Los dos escritores franceses tienen doble disculpa, o son disculpables dos veces, en cuanto duques y en cuanto académicos; pero uno que carece de esos títulos ¿qué cara pondría a sus solas cuando ese avechucho nocturno de güero le vino a cruzar la memoria? ¡y usted que puso a pasear a esa literata, porque en la carta había escrito un vocablo patas arriba! ¿qué suerte estaré corriendo en la opinión y la conciencia de usted? Haga de mí lo que quiera; pero justicia para todos: si yo voy a la escuela, ¿por qué han de quedar en la academia d’Audifrey-Pasquier y Enrique de Orleans? La empertariz de los franceses firmaba sus cartas: Genia o Ugenia: si lejos estoy de ser duque, más lejos estoy de ser emperador; y así no tengo derecho para poner escrito lechuzas como ésta: “güero”; menos cuando mil veces he leído en el Quijote que ciertos badulaques, como ciertos académicos tenían huero el juicio…” (14)

 HUERO: Vano, vacío y sin sustancia (RAE)

Montalvo fue un verdadero cultor del idioma, para él, una falta de ortografía o, como en el caso anterior, un gazapo que se le escapó involuntariamente, era imperdonable. Manifiesta, en ese sentido, el agrado que le causaba cuando alguien estaba pendiente de cualquier desliz cometido aunque sea no deliberado.

“Me gusta la vigilancia con que algunos literatos montan la guardia en el palacio del idioma; y cuando uno de estos vigías de penetrante vista nos advierte la presencia del enemigo, soy el primero en echar el arma al brazo e ir en defensa de esta segunda religión que se llama lengua pura, lengua clásica…” (15)

BIBLIOGRAFÍA

(1) Carta a Julio Calcaño mencionada en el prólogo a los Siete Tratados escrito por Rufino Blanco Fombona, escritor, diplomático y editor venezolano, figura destacada del modernismo literario.

(2) Árbol Genealógico de la Familia Montalvo, Estudios Genealógicos y Antropológicos del Ecuador, Fernando Jurado Noboa

(3) Rufino Blanco Fombona.

(4) Ruth Cobo Caicedo, “Montalvo, una Pasión”.

(5) Cita, prefacio de Capítulos que se Olvidaron a Cervantes, Juan Montalvo

(6) Mercurial Eclesiástica, El Obispo. Máxima de Solón, Juan Montalvo

(7) Páginas Desconocidas. Compilación de Roberto Agramonte, filósofo, sociólogo y político cubano. El Antropófago, Juan Montalvo

(8) Ibidem

(9) Ibidem

(10) Biografía de Juan León Mera por Darío C. Guevara

(11) Ibidem

(12) Las Catilinarias, Juan Montalvo

(13) El Espectador,  libro segundo, Correspondencia Literaria, Juan Montalvo.

 (14) Ibidem

(15) El Espectador, libro tercero, Pro Lingua, Juan Montalvo

Gonzalo Sevilla Fiallos