Poder vitalicio: el sueño de los tiranos

Alan Cathey Dávalos 

Como estaba previsto, se ha producido en Rusia, una vez más, como es habitual en las dictaduras que pretenden darse baños de democracia, la pantomima de una elección, cuyo resultado era conocido, no de horas antes, sino de años. Está perfectamente claro que Putin se quedará en su cargo hasta que se muera, en el ejercicio del tradicional e histórico liderazgo ruso y soviético, cuyo final es la muerte del gobernante.

Reinados vitalicios

Los 500 años de zarismo así lo confirmaron, con una única, y por cierto fatal, excepción, la abdicación del Zar Nicolás II en 1917, que concluiría con su ejecución, y la de su familia, en Ekaterinburg, más adelante.

El siniestro reinado de Stalin se extenderá por 30 años, hasta su muerte, Brezhnev durará 18 años en el poder, igualmente hasta morir, al igual que sus breves sucesores, Andropov y Chernenko. Únicamente el intervalo de Nikita Khrushev, durante la existencia del Imperio Soviético, no concluye con el zar de turno en su cargo hasta su muerte, sino con su reemplazo, al cual inusitadamente, sobrevive. Los casos de Gorbachov y Yeltsin, luego de la caída del Imperio Soviético, deben leerse correctamente, como la acción de un síndico de quiebra, del primero, y el de un figurón transicional, del segundo, hasta el retorno a la normalidad, con la llegada de Putin al poder en el año 2000, y su permanencia desde ese momento.

Un ethos de servidumbre

Esa es la forma en que Rusia históricamente se ha gobernado, y pretender que un ethos de servidumbre y postración ante el poder, que se ha inculcado al pueblo ruso, a golpes de látigo y de represión en los Gulags durante el último medio milenio, va a cambiar porque si, o porque eso sería democrático y humano, es una ilusión, hasta arrogante, de una esfera política occidental, con una historia bastante diferente.

Nunca aflojar

Como se evidenció desde hace varios años, el régimen ruso, es consciente de que las autocracias no pueden aflojar nada de sus controles, pues hacerlo implica su suicidio, y quien sabe, un destino humillante, no estaba ni está dispuesto a ningún cambio. Tienen a su Zar, y lo tendrán hasta que se muera. Para los que disienten, el garrote, la represión más brutal, y la cárcel, están a su disposición. Y si no entienden así, por las buenas, siempre los Gulags se pueden hacer cargo de rebeldes y respondones. Cuando ya ni ésas medidas los acallan, el Novichok, el tiro en la cabeza, la caída de un piso alto, o mejor aún, desde un avión, con todos sus colaboradores en el, le libra al Zar de incómodos opositores, a los que la sentencia de muerte les llega de esas variadas e ingeniosas maneras.

“Campaña” risible

La campaña electoral, desde una perspectiva occidental, resulta poco menos que risible. El sistema electoral se ocupó, con oportunidad, de descalificar a todos los opositores que, a sabiendas de que no tenían oportunidad, si podían incordiar, hablando sobre inexistentes guerras en países vecinos, o de unos drones procedentes posiblemente de Marte, que se estrellan justo en las refinerías rusas. Putin se enfrentó a unos personajes irrelevantes, por no ser ofensivo, que se unieron en seguida a las celebraciones por la aplastante victoria del Zar, aplaudiendo la anexión de la Crimea ucraniana a Rusia, cuyo décimo aniversario se cumplió recién.

Con razón, se ha criticado la celebración de unas supuestas elecciones presidenciales en las regiones ocupadas de Ucrania, evidente y grosera violación de cualquier norma de derecho internacional, asunto que a Putin le tiene absolutamente sin cuidado.

Métodos de exportación

Es importante observar, y sacar conclusiones pertinentes, de los mecanismos utilizados en Rusia para simular elecciones, pues es el campo de pruebas perfecto para que otros estados autoritarios o cuasi estados fallidos, los puedan emplear en sus países. De hecho, ya Venezuela, que por cierto felicitó muy calurosamente, al fin y al cabo, es el Caribe, a Putin por su reelección, ya Venezuela, decía, ha implementado algunos mecanismos para su próxima simulación electoral, e incluso ha desarrollado muy bien unos nuevos. Entre los adoptados, está la exclusión de opositores, por medio de su sistema electoral ad hoc, el que, al ser requerido por el régimen, eliminó a una molesta candidata, para sumarla a la lista de opositores impedidos de participar. Se han dado también caídas desde pisos altos de las oficinas de seguridad política del régimen, de opositores imprudentes, que, al parecer, sufrían de vértigo. No se conoce de casos de envenenamiento, aunque no se debe suponer que sucedáneos locales ancestrales, como el curare, no puedan ser empleados a futuro. La carencia de Gulags árticos es una limitante, por el acceso al aire libre que éstos prestan a los presos rusos, un factor que contribuye decisivamente a su salud pulmonar. Cabría tal vez usar las zonas palúdicas pantanosas para obtener resultados parecidos.

La expulsión masiva

En lo que si Venezuela lleva ventaja, es en su política de expulsión de opositores, que ya van por los 8 millones, que se hallan convenientemente lejos, como para manipular el padrón y conseguir, si fuera del caso, los votos que hagan falta para que se gane, al menos con el mismo 87% que ha obtenido el Zar.

Los “agentes extranjeros”

En otro país donde se han aplicado con todo éxito los mecanismos electorales rusos, ha sido en Nicaragua, que además del exilio forzoso de opositores, ha adoptado con gran entusiasmo la extendida práctica rusa de la expulsión de las ONGS es que les incomodan, acusándolas de ser “agentes extranjeros”, ésta última palabra convertida en sinónimo de enemigos, dentro de un creciente nacionalismo xenófobo.

En Rusia, el duro discurso nacionalista, la exaltación del “mundo ruso” y de un “alma” y supuesta “cultura eslava”, que promueve el gurú ideológico de Putin, Dugin, poco tiene que envidiar al discurso fascista de Mussolini o al de Hitler. De hecho, por su antecedente soviético, el socialismo de Putin, unido a las posturas nacionalistas de Dugin, parecerían ser un cocktail que fácilmente derivará en un nuevo nacional socialismo, al estilo de los años 30 del pasado siglo. Ningún país esta hoy más cerca del nazismo, que Rusia, pero el retorno de los fantasmas del nacionalismo es un fenómeno creciente, del que China es otro ejemplo.

Eliminando obstáculos

La ratificación de Putin en su poder absoluto, se produce tras un complejo año 2023, en el que se manifestó una amenaza a su poder, que pudo haber tenido consecuencias mayores, la rebelión de Prigozhin y de sus mercenarios del Grupo Wagner. Putin desactivó la bomba de tiempo eficazmente, a la manera que era esperable en Rusia, con la eliminación física del Chef y de todo su alto mando, en el conveniente “accidente” del avión en que viajaban. Como no se deben desperdiciar recursos, las tropas mercenarias fueron, o reenviadas al frente en Ucrania, para que la llamada “picadora de carne” del campo de batalla se ocupara de su desaparición, o enviadas al Africa, escenario de la penetración regional rusa en busca de materias primas e influencia en varios países africanos. Putin dejó en claro cómo manejaría cualquier intento de oposición, de donde  viniera, con los frescos ejemplos de Prigozhin y Navalny.

Fortalecido internamente

En el frente político interno, Putin emerge fortalecido por sus actos de fuerza, en línea con la intimidación y la persecución a la oposición, algo que en Rusia se espera del régimen. Las miserables actuaciones de las autoridades rusas, al chantajear a la madre de Navalny, condicionando la entrega de su cadáver a un compromiso de sepultarlo poco menos que en secreto en alguna tumba anónima, es la más clara demostración de la indiferencia rusa por cualquier principio de la más básica decencia. El utilizar un cadáver como rehén, pone en una nueva perspectiva a la perversión, incluso para los standards de las policías secretas rusas.

Aumentar la presión

En el plano militar, la incierta situación que se produjo en Ucrania con la contraofensiva que exitosamente lanzó el ejército ucraniano al final de 2022, y las graves derrotas y retiradas rusas, logró ser estabilizada, cierto es que a grandes costos humanos, fortaleciendo unas posiciones defensivas que demostraron ser muy eficaces para detener en seco una muy publicitada y esperada ofensiva ucraniana.

La situación ha variado a favor de Rusia, con la perspectiva de una guerra de desgaste, que, dadas las diferencias de potenciales humanos e industriales, indudablemente muy superiores del lado ruso, inclinan la balanza para su lado.

Economía de guerra

Rusia ha logrado, con una planificación que revela su premeditación, poner rápidamente a su economía en pie de guerra, incrementando enormemente su producción de municiones y de equipos militares, a unos niveles que son, al momento al menos, inalcanzables para la industria militar europea en conjunto, como se ha podido comprobar en la harto limitada entrega de munición y equipos a Ucrania, pese a todas las líricas declaraciones acerca del compromiso por apoyarla. Los números, fríos como son, muestran la realidad mucho mejor que las palabras. Por 10 proyectiles de artillería que dispara Rusia, Ucrania puede devolver 3.

Producción, la clave

Como se demostró en la primera y segunda guerras mundiales, la capacidad de producción es el factor decisivo. Dentro de su planificación, Rusia ha sabido evadir las sanciones aplicadas para impedir su  acceso a elementos tecnológicos básicos, y ha creado toda una red de triangulación, en la que han participado numerosos países, sobre todo las ex repúblicas soviéticas del Asia Central, a través de las cuales, y de empresas ficticias, se han canalizado sobre todo, chips y microchips de múltiples orígenes, incluso de compañías occidentales. Sorprendente ha sido ver la velocidad con la que la industria militar rusa ha logrado producir masivamente drones, de los que, en un inicio, dependía de manera casi absoluta, del suministro iraní.

Norcorea vende hambre

Además del abastecimiento de drones desde Irán, Putin se ha asegurado el suministro de munición de artillería de un estado “paria”, Corea del Norte, cuya prácticamente única producción destacable, son armas, misiles y municiones, a costa de su habitual cosecha de muertos de hambre, y del trabajo esclavo de sus presos políticos, en las condiciones más precarias y peligrosas posibles. Esos aliados, más el incremento exponencial de su producción propia, le aseguran a Putin que la continuidad material de su guerra está dada.

El lujo de la paciencia

Eso le permite continuar con su apuesta a la paciencia, aguardando que el cansancio por la guerra y sus costes, disuada o enfríe el inicial entusiasmo de europeos y americanos por apoyar económica y militarmente una inspirada y por nadie esperada resistencia de Ucrania. Esa paciencia se ha visto premiada, pues en el Congreso norteamericano, ante la inminente campaña presidencial, ha estallado de parte del partido republicano, instruido así por Trump, una oposición absoluta a entregar más apoyo militar y económico a Ucrania, lo que ha significado un durísimo golpe, quien sabe si insuperable, para que ese país pueda continuar su lucha contra la agresión rusa.

¿Y después de Ucrania?

El momento que vive Europa hoy, es uno muy preocupante. No tiene la capacidad en estos  momentos, de acercarse a la producción de armas y municiones convencionales que Rusia, movilizada hace rato, está generando. Según fuentes europeas, la transferencia que a lo largo de 2022 y 23 se produjo, sobre todo de munición de artillería a Ucrania, agotó las reservas europeas, y le tomará hasta 5 años el reponerlas. Presumiblemente, algo similar sucederá con la producción de blindados y de material antiaéreo.

30 años de desidia

Este es el resultado de 30 años de desidia y abandono de unas obligaciones asumidas por Europa dentro de la OTAN, incumplidas y archivadas durante ese tiempo. Actualizar y llevar a la industria militar europea, esencialmente paralizada y estancada durante ese tiempo, no se algo que se logre de la noche a la mañana. Para Europa, la resistencia ucraniana significó el sacarse la lotería, pues fue un país de fuera de la Unión el que puso el pecho a las balas frente a Rusia, y no alguno de los estados bálticos, o Polonia. Es Ucrania la que puso hasta ahora, los muertos, los mutilados y los heridos. Son los hospitales, las escuelas, las viviendas y las infraestructuras ucranianas las destruidas por las bombas y los misiles rusos.

Únicamente una inversión decisiva basada en una reorganización a fondo de sus industrias militares, será lo que le permita a Europa el recuperar su capacidad para defenderse a sí misma, más allá del apoyo, o su falta, desde Estados Unidos. Eso implica un compromiso que no se aprecia mayormente en Europa, a excepción de los vecinos cercanos de Rusia y su satélite, Bielorusia, los estados bálticos, Polonia o Rumania, que estaría en grave riesgo en caso de un probable conflicto entre Moldavia y Transnistria, donde Rusia apoya a grupos secesionistas pro rusos, el pretexto favorito de Putin para intervenir en su nombre en otros estados, copiando el libreto que ya aplicara Hitler en Checoslovaquia y Polonia, justo antes de la II Guerra Mundial. Es obvia la preocupación de estos, pues conocen, de primera mano, la pesada mano de Rusia, pues han sido sus víctimas históricas.

Trump y el vacío

Una victoria de Trump el próximo noviembre, está perfectamente dentro de lo posible, con un Partido Republicano convertido en una hacienda de su propiedad. Las declaraciones que ha realizado, menospreciando a la OTAN y a sus históricos aliados, dejan abiertas las dudas sobre el compromiso de los Estados Unidos con la Alianza Atlántica, que fuera propiciada por ellos mismos al inicio de la Guerra Fría. Las mismas dudas tendrán los aliados asiáticos en relación al compromiso respecto de China. Ante un abandono de tal naturaleza, nada raro sería ver acercamientos de Europa hacia Rusia, y de Japón y Corea del Sur hacia China, con unos Estados Unidos aislándose y encerrándose, como en los años 20 y 30 del siglo pasado, con la gran diferencia del agregado de potencias que se estructuraría, en un mundo infinitamente más interconectado en todo aspecto, del que se vivía hace 90 años.

Seis años más, al menos

Putin se ha asegurado un mandato por los 6 próximos años, mucho más allá del que sus adversarios democráticos, cualquiera de ellos, pueda aspirar a mantener, pues están sujetos a los vaivenes del sistema liberal. Con quienes seguirá conversando, es con esos pares que, tan pronto se publicó su esperada victoria, se apresuraron a felicitarlo, como Xi, Mori o el príncipe Salman, amén del ya citado Maduro. Es que, entre tiranos, esas formas de reconocimiento son muy importantes. Con seguridad, muchas otras estarán por llegar.

ALAN CATHEY DAVALOS