León y Fidel

En los cuatro años que ejerció la presidencia el Ing. León Febres Cordero Rivadeneira (1984-1988), se suscitaron una serie de hechos que marcaron el curso de la historia de su gobierno: el combate al denominado grupo guerrillero Alfredo Viva Carajo, el secuestro de los uniformados que pernoctaban en Taura, las acusaciones de violar los derechos humanos y otros incidentes.


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Como se lo critica también se le reconocieron sus méritos. Digno de destacar es su visita a Fidel Castro en La Habana para entrevistarse con el líder de Cuba, Fidel Castro Ruz, ambos con ideologías totalmente opuestas, pero también había puntos de convergencia y demostrar que “el león no es tan fiero como lo pintan”.

Los nexos entre nuestros países se interrumpieron el 4 de abril de 1962, cuando increíblemente un gobierno que se entendía de izquierda y alejado de las políticas de Estados Unidos, el del Dr. Carlos Julio Arosemena, contra todo pronóstico, apoyó el aislamiento de La Habana promovido por Estados Unidos y se restablecieron el 16 de julio de 1979. Cuatro años antes las relaciones estuvieron al borde de la ruptura ya que varios disidentes cubanos ingresaron a nuestra embajada en La Habana bajo una de las instituciones jurídicas más respetadas en nuestra américa del sur, el asilo político. Rompiendo todo principio jurídico e irrespetando nuestra sede diplomática las fuerzas de seguridad cubanas se tomaron la embajada y sacaron a la fuerza a esos ciudadanos y fueron juzgados sin que se haya hecho pública la condena que se les impuso. Pese a la gravedad de la situación, dado que era Cuba la agresora nadie en el país pidió la ruptura de relaciones diplomáticas. El 5 de abril de 1985, Febres Cordero emprendió un viaje de nueve días a Estados Unidos y Cuba. Esta acción abrió las puertas para que otros países fueran a La Habana en una fase de restablecimiento de relaciones.

En un avión de Tame salió la comitiva integrada por ministros de estado, escoltas, empresarios y periodistas. Febres Cordero gustaba llevar prensa para que informen las tareas que realizaba en el exterior.
Mientras en Washington la agenda se centraba en la parte económica y estrictamente privada, en Cuba fueron abiertas, aunque bien resguardados por policías sin uniformes. Manifestaciones se dieron en Miami en contra de la visita y Estados Unidos guardó un prudente silencio, como si la visita hubiese sido previamente acordada.

“Fidel estaba saliendo de una etapa de aislamiento y le cayó bien un visitante de derecha. León, por su parte quiso mostrar que no es un derechista intolerante o fanático”, escribió Jorge Rivadeneira, subdirector de El Comercio.

Las gestiones se iniciaron por el Embajador en La Habana, Manuel Araujo Hidalgo “el omoto”y dieron resultado. Araujo de gran trayectoria de lucha de izquierda y también un seguidor de Velasco Ibarra había participado activamente en la campaña presidencia de Febres Cordero y no había nadie más cercano y calificado que él para esas funciones ya que también mantenía relaciones cercanas con el gobierno cubano.

Estas coyunturas le permitieron con su recia personalidad, hábil camaradería y un palmares de luchas populares intachables quién diez años antes habiéndose alejado del partido Velasquista obtuvo una curul por mérito propio en el Congreso Nacional y en uno de los acercamientos con el Presidente Velasco Ibarra en una sobre mesa de un almuerzo, según testimonio de Araujo, se había comprometido a satisfacer una curiosidad intelectual de conocer al líder cubano . Así increíblemente pese a las extraordinarias medidas de seguridad que protegían a Fidel Castro en todos sus viajes por el eterno y frustrado intento de atentar en contra de su vida , obtuvo Araujo que, en un viaje a Chile, a pretexto de una escala técnica, puedan reunirse los dos líderes en la ciudad de Guayaquil, en donde mantuvieron una charla que duró más de ocho horas.

Me cupo como Editora General del Diario La Hora, la satisfacción de cubrir el periplo de Febres Cordero y los encuentros con Fidel que eran de absoluta camaradería, inacabables diálogos hasta las madrugadas pese a sus diferencias ideológicas entablaron una verdadera amistad. Con el tiempo que teníamos salíamos en grupos a conocer La Habana. Era la primera vez que concurríamos a un país socialista y podíamos narrar lo que sucedía.

La primera impresión fue decepcionante, la Habana Vieja –decían- estaba en proceso de restauración y algunas edificaciones no tenían fachada. Se contrastó unas pocas edificaciones en buen estado; el transporte público llamado “camello” eran unos buses viejos que recorrían toda la ciudad. Empezaban a funcionar los primeros “comedores” (las familias, en su vivienda preparaban comida para venta al público). Así, empezaba a entrar en juego el mercado libre.Las edificaciones para viviendas eran numerosas y en muchas no había servicios básicos; las clases se dictaban fuera de las aulas, los estudiantes usaban el mismo uniforme caky con blusa blanca; les enseñaban a cultivar y a recoger caña como parte de los servicios públicos de solidaridad con la población.
En uno de los pocos acercamientos con los cubanos destacaban las pobrezas y necesidades que padecían. Viéndonos hablar con un joven, se me acercó un señor que se identificó como oficial del orden. Con firmeza me dijo que nos vayamos donde estaba la delegación y que no teníamos permiso o autorización para hablar con nadie.

En una pileta para tomar agua no nos permitieron saciar nuestra sed pues debíamos pagar lo que ingerimos. En un solo viaje, Febres Cordero tuvo que moverse entre antípodas de poder de Washington y Cuba. Desde el arribo a La Habana las autoridades estuvieron pendientes de los visitantes y prestos atender sus necesidades. Las mejores viviendas para alojar la delegación estaban localizadas en El Vedado, confiscadas a familias pudientes que tuvieron que huir de la isla. El Comandante estaba vestido de campaña, con su imponente figura de 1.94 metros, y el despliegue de poder omnímodo, evidente en las instancias de la visita.

Estábamos a pocos metros de Fidel y todos buscaban la “primicia” de entrevistarlo; incluso canales de televisión enviaron a sus periodistas adelantados para tener el diálogo. Fidel no dio primicias, solo rueda de prensa conjunta con el Presidente Ecuatoriano. Fidel se despidió cordial y personalmente de cada uno de los periodistas que íbamos en la comitiva y nos obsequió vinos, collares y otros pequeños regalos.

León dio el primer paso para que los otros presidentes que le sucedieron pudieran visitar la Isla y se establecieron relaciones más cercanas, funcionarios de los Ministerios de Salud visitaron Cuba para ver lo que entonces era muy notorio, la medicina popular y familiar, igual en Educación con sus programas pilotos y la seguridad social. Fue amplia la colaboración ya que muchos ecuatorianos obtuvieron servicios médicos gratuitos especializados, así como becas y cientos de estudiantes obtuvieron sus profesiones, especialmente en las ramas de la salud. Una visita inusitada también se dio con la esposa de Febres Cordero, Eugenia Cordobés que acompañada de varios Ministros visitó Cuba, a fin de obtener experiencias en los servicios públicos a sectores vulnerables

La amistad de Fidel y León perduró con los años, y siempre se comentaba que allí fue donde Febres Cordero aprendió a fumar cigarros y Fidel puntualmente cada cierto tiempo le proveía esos regalos acompañado del más fino ron que producía Cuba, costumbre que dicen que también hizo con otros Presidentes. Incluso León Roldós cree que la segunda visita de Fidel al Ecuador y a América Latina, en agosto de 1988, no fue solo porque Rodrigo Borja, un socialdemócrata, asumía el poder, sino que “Él vino también para celebrar el fin del mandato de su amigo Febres-Cordero”, a quién visitó en su domicilio en Guayaquil en los posteriores días pese a la evidente pugna pública que mantenían el presidente saliente con el flamante gobernante.

Juana López Sarmiento