La falta de gobernabilidad, primer problema que impide progresar al país, viene dada por dos aristas. La primera, porque somos un país muy heterogéneo, pluricultural, donde conviven varias nacionalidades, razas e idiosincrasias. Lo que debiera ser nuestra riqueza, resulta ser nuestra debilidad. Prueba de ello, es la existencia de cacicazgos regionales», que a falta de influencia a nivel nacional, deben pactar con algún liderazgo de turno, y obviamente, dichos pactos, son a cambio de algo.
La otra arista, a la que muchos analistas sospechosamente no quieren darle importancia, es la falta de requisitos legales, tanto para el correcto y transparente funcionamiento de los partidos políticos, cuanto para que candidaticen, en correcta y transparente forma, a sus cuadros en tiempos pre electorales. Basta ya de vender los puestos en las listas. Las reformas Constitucionales, al código de la democracia y leyes conexas, se impone.
Tenemos que legislar para perfeccionar pulir, actualizar el funcionamiento de nuestra frágil democracia. Elegir a los legisladores en la primera vuelta, abre un cerco de opositores al binomio ganador, y da pie, a través del chantaje, para que campee la corrupción en el parlamento.
Si hay seriedad en los poderes del Estado, habrá estabilidad, confianza e inversión, y por lo tanto empleo, y bajará el índice delincuencial. Todo va cogido de la mano. Las «sapadas», tanto de la derecha como de la izquierda, se anularán, generando la política de consenso plasmada en políticas de estado, que el Ecuador requiere con urgencia. Se dejaría de utilizar de manera cínica a «los pobres», a los pueblos indígenas, afros, montuvio, como carne de cañón para protervos intereses. Se mejoraría la educación, los principios y valores, la visión de país, sintonizándolos con el mundo de hoy. Y en pueblo educado, no entran dictadorzuelos. Y todo se reduce a unos cambios sencillos en nuestra legislación. ¿Por qué nuestros políticos eluden el tema? ¿Estamos dispuestos a exigirlos?
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