El «Carnavalazo» que me tocó vivir

Autor: Dr. Pedro Velasco Espinosa | RS 54

El sábado 12 de febrero de 1972 yo integraba la comitiva presidencial para viajar a Ambato con ocasión de la fiesta de “Las Flores y las frutas”, tradicional festejo al que siempre asistía el Presidente Velasco Ibarra. Llegué puntualmente a la Base Aérea de la FAE, pues el viaje estaba programado para las 8 de la mañana.



Como era usual, mi maleta fue embarcada en el Avro Presidencial por parte de las asistencias de la Base. Junto con los pocos funcionarios más esperábamos al Dr. Velasco Ibarra en el Salón de Honor de la -por entonces- llamada Zona Aérea 1; al llegar éste me llamó a “un aparte” para indicarme que no podía acompañarle pues debía coordinar con el Subsecretario de Recursos Naturales, Dr. Marcelo Merlo Jaramillo, una respuesta a unos comentarios que, sobre la política petrolera del Régimen, había emitido un malqueriente del Gobierno de apellido Vera, dichos que el Presidente consideró infames. Por entonces, yo me desempeñaba como Secretario de Información del Gobierno.

“Mensaje a García” presidencial. Localicé a Marcelo por medio del gran amigo Federico Dávalos Tamayo, a la sazón Director de Turismo. Aquél tenía lista una enjundiosa respuesta a Vera y, para efectos de publicarla, había reservado a cuenta del Ministerio media página en los diarios El Comercio de Quito y El Universo y El Telégrafo de Guayaquil.

Por el tamaño del documento y su gran importancia, consideré que debía ser publicado a página completa, indicándole al Dr. Merlo que la Secretaría de Información pagaría la media página extra. Como acostumbraba hacerlo, llamé a los respectivos jefes de publicaciones de aquellos diarios, pidiéndoles reservar las respectivas páginas; el responsable de El Comercio, señor Icaza, me indicó que, como era usual con dicho diario, yo le enviara un cheque personal para luego canjearlo con el cheque oficial. Así lo hice.

Una vez cumplido el cometido, usando el carro presidencial que había puesto a mis órdenes mi tío en el aeropuerto mismo, viajé a Ambato para comunicar a éste que sus órdenes estaban cumplidas. Cerca del medio día llegué hasta la residencia de Victoria Samaniego de Salazar, la cual hacía de Casa Presidencial en dicha capital provincial, dada la estrecha amistad del papá de Toya (como solía llamarse a Victoria), don Carlos Samaniego Alvarez, compañero de colegio del Presidente y desde entonces su amigo íntimo. Un apunte anecdótico: Carlos fue vidente del Milagro de la Dolorosa del Colegio San Gabriel en 1906, como alumno interno del mismo. El Presidente se aprestaba a concurrir a la Plaza de Toros para la ceremonia de apertura de la antes referida Fiesta, y tenía previsto quedarse en Ambato hasta el martes siguiente, aprovechando los carnavales. Como mi proyectada estadía en Ambato acompañando al Presidente había sufrido variación, pues debía retornar a Quito a cerciorarme del aparecimiento de las publicaciones de prensa, le expresé al Dr. Velasco que deseaba aprovechar la circunstancia y tomarme esos días como vacaciones; él accedió a mí deseo y se despidió, no sin antes decirme: “mis saludos a tu esposa María de Lourdes y mis cariños para tu hija”.

Llegado a Quito, acordé con María de Lourdes viajar a la Hacienda Cousín, cercana a Ibarra, previendo regresar el martes por la tarde, para poder así asistir a mi despacho en el Palacio el Miércoles de Ceniza, a la hora de costumbre, las ocho de la mañana.
El martes 15 de febrero amanecí con el presentimiento de que algo pasaba en Quito y debía retornar lo antes posible. Como habíamos viajado con mi esposa y mi hija María Soledad en compañía de su hermana Carmen y su cónyuge Ramiro Jijón, en el vehículo de éste, le pedí a mi cuñado cambiar a planes y retornar a Quito al medio día. Ese martes, con un final trágico, tuvo un inicio pletórico de emoción: mi hija dio sus primeros pasos sola en los jardines de la hacienda.

Saludo de las FFAA. Por el Año Nuevo 1972. El Brinbdis de la traición. Roriguez Lara respaldando al Presidente


Ni bien arribado a mi casa, me cambié de ropa y, “por las mismas”, emprendí viaje al Palacio Nacional en un taxi que, por ventura, pude conseguir en un día carente de tránsito y con gente en plena euforia del tradicional juego con agua.

Ya en el Palacio subí de inmediato a la Casa Presidencial y lo hice por las gradas pues el ascensor estaba bloqueado en el tercer piso, señal de que iba a ser ocupado por el Presidente; al tiempo que yo daba el primer paso dentro de la residencia, éste ingresaba al ascensor y no pude saludarle. Así, mi última visión del Presidente fue su silueta majestuosa, imponente, impecable. En el despacho del Jefe de Ceremonial del Palacio, Gustavo Cordovez Pareja, pude enterarme de los sucesos; el Presidente viajaba a Guayaquil de extrema urgencia. Lo hacía acompañado sólo del Edecán de la FAE, al propio tiempo piloto del avión presidencial, Coronel Héctor Vásconez, y del Ministro de Agricultura Vicente Burneo Burneo.

¿Qué estaba sucediendo? El Comandante General del Ejército se había insubordinado y se aprestaba a usurpar el Poder, dizque a nombre de las FFAA. Habida cuenta de la gran popularidad del Dr. Velasco Ibarra en Guayaquil, éste deseaba lanzar una arenga por Canal 10 de TV, cuyos estudios estaban situados frente al aeropuerto de dicha ciudad, canal, además, el único con señal nacional, pero sin “estudios televisivos” en la Capital.

También había considerado el Presidente obtener el apoyo de las “masas cefepistas” partidarias de Asaad Bucaram, a la sazón candidato para las elecciones presidenciales previstas para junio, quien había sido recibido apoteósicamente a su arribo de Panamá, en enero. Quienes estábamos en el Palacio, casi la totalidad del Gabinete y otros cercanos colaboradores, iniciamos una febril búsqueda telefónica del susodicho candidato. Fueron vanos los intentos. Bucaram había desaparecido de Guayaquil. Torpe decisión, pues, a fin de cuentas, el golpe dictatorial era contra él. Me explico: El Tribunal Supremo Electoral, a instancias del propio Dr. Velasco Ibarra, había convocado a elecciones presidenciales para junio; el Partido Conservador lanzó de candidato al Dr. Carlos Arízaga Vega, personaje de escaso raigambre popular, quien, además, se declaró “candidato irreductible”, en tanto que un poderoso líder como era el Dr. Camilo Ponce Enríquez estaba renuente a aceptar su candidatura, en tanto no hubiese total unión de las fuerzas de la llamada Derecha.

Pese a que el Dr. Velasco Ibarra había puesto en duda la nacionalidad de don Asaad y sometido el asunto al dictamen de la Corte Suprema de Justicia, ésta no emitió el pronunciamiento jurídico solicitado por el Presidente, de seguro porque “les templaron las piernas” a los magistrados, ya que Bucaram había ofrecido “pasar sobre sus cráneos” si aquello ocurría.

Visita de respaldo de las Guarniciones militares. Después de la insurrección del General Jácome, 1971.Futuros golpistas respaldan al Presidente.


Así el panorama era clarísimo: el Presidente era irreductible en la convocatoria a elecciones y a entregar el Poder a quien el pueblo elija como su sucesor; el futuro presidente era Bucaram y a él y su gobierno les iba a corresponder el manejo de los ingentes recursos petroleros, pues a la sazón ya era cierta la producción de petróleo en los pozos de la Texaco en Lago Agrio. El Alto Mando de las FFAA no podía consentir que una persona de dudosa nacionalidad fuera su Jefe supremo y el vivaracho Comandante quería ser él quien tuviese las llaves maestras de la producción petrolera.

Tentador panorama: gobernar dictatorialmente y con la riqueza petrolera en las manos.

Un excelente amigo mío, el Dr. Jaime De Veintemilla, suele llamar, con el gracejo que le es propio “chipe libre” a situaciones parecidas.

LA IRONIA DE LA TRAICIÓN
Por ironía del destino: el usurpador del Poder y protagonista del “carnavalazo” del 15 de febrero de 1972, en enero anterior, había expresado que “sólo mentes obtusas podían pensar en un golpe militar”.
Al “final del túnel”, como suele decirse, las víctimas de la asonada carnavalesca fuimos el País, el Dr. Velasco Ibarra y quien estos recuerdos escribe. Por qué yo: resulta de mi maleta, con un par de ternos, algunas camisas, corbatas, un par de zapatos y otras vituallas, viajaron a Ambato y no supe más de ellas; tuve que fiar al Banco Pichincha para poder cubrir el importe del cheque personal entregado al diario El Comercio, pues es obvio que no puede canjearlo con el cheque oficial, además de haber perdido el empleo y, pasar de ser sobrino del Presidente, a la condición de desocupado con una bella familia que sostener.

No puedo decir que fue un carnaval ni pasado por agua, ni nutrido de llanto, sino que fue la más ingrata experiencia política, pues palpé la traición en carne y apellido propios.


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