Antes de la explotación petrolera

Autor: Manuel Castro M. | RS 73


AMSTERDAM.- Casi en broma decían los europeos que ante una epidemia, guerra o desastre natural, lo mejor era irse a Amsterdam porque las calamidades ocurrían diez años después. En el Ecuador vivíamos antes de la explotación petrolera alejados del mundo, de la modernización y hasta las grandes películas llegaban años después.

No tanto como en la Colonia, que cuando había muerto el Rey de España, las noticias llegaban tres meses después, y comenzaban las ceremonias y los lamentos por tan terrible desgracia. En el país la televisión a colores no había, las transmisiones eran muy pobre y apenas provinciales. El libro “La Peste” de Camus llegaba después de muerto su autor. Se ignoraba las purgas de Stalin y nuestra fuente en general de conocimiento internacional y de libros “resumidos” era la revista Selecciones del Reader Digest. En las escuelas y colegio se tenían un balón por curso y para deportes se usaban los primitivos zapatos Venus, con el consiguiente olor por su uso. No dejábamos de ser felices pues no sabíamos del mundo instante y que la ciencia y la tecnología y la política cambiaban al mundo.

EL CABALLERO DON DINERO
Por la limitación de recursos, por una educación elitista, más o menos pasaba desapercibida la situación social y económica y cultural de una incipiente y pobre clase media y el olvido de los marginales: indígenas, montubios, campesinos, sumidos en sus pueblos carentes de progreso y desarrollo. Desde luego había grandes intelectuales y visionarios que preveían dentro de sus limitaciones que el Ecuador debía cambiar y se hablaba de alguna justicia social. Alfaro, Ayora, Velasco Ibarra, Ponce Enríquez, ya hablaban de una nefasta oligarquía.



Se creaba el Banco Central, se daba el voto a la mujer, la libertad electoral y de educación, en 1938 se expedía el Código del Trabajo y hasta había equipos de fútbol a los que, por supuesto, goleaban los equipos extranjeros.
El provincialismo mayoritario surgía de nuestras limitaciones fiscales económicas, fuente de la inestabilidad política -aún no superada. Borges asentaba: “El dinero no tiene importancia, pero ayuda”.
Los prejuicios de estar encerrados, no se diga los del Austro (Loja el último rincón del mundo, como dijera Benjamín Carrión y los cuencanos todos curuchupas), y los ocurridos chullas quiteños, nos tenían acostumbrados como en el pasillos a ser “desgraciados y siempre desgraciados”.

QUITO Y GUAYAQUIL
Dos ciudades que crecían desordenadamente. Guayaquil “más avispada” pero más invadida, por ser un puerto su comercio le acercaba al mundo. Y los costeños ya no reclamaban ni se acomplejaban ante los quiteños.

Hasta se burlaban, a pesar de que sus habitantes eran serranos amonados. Pero tenía ya a Pancho Segura, campeón mundial de tenis (en Estados Unidos se decidía), a Spencer, goleador del Peñarol, Salinas para la “high”, el Hotel Humboldt y el Club exclusivo “La Unión” y hasta un equipo de futbol “Río Guayas” con grandes figuras internacionales y sus nadadores fueron campeones bolivarianos.
Por supuesto lo de la cultura era optado por una pequeña elite, una excepcional: Aguilera Malta, Joaquín Gallegos Lara, Enrique Gil Gilbert, De la Cuadra, Arturo Borja, Pareja Diezcanseco, Medardo Ángel Silva, etc. Quito tenía que importar de Loja a Benjamín Carrión, Alejandro Carrión, Pablo Palacio, Ángel Felicísimo Rojas, Eduardo Kingman; de Cuenca a César Dávila Andrade. Propios, entre otros, Jorge Icaza, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero, Jacinto Jijón, con plata, persona y armas ( conservador, arqueólogo, y revolucionario). De Suiza a Aurelio Espinosa Pólit S.I., eminente humanista; ; y de Sangolquí a Guayasamín, para sacar pecho en pintura.

LLEGA EL PETRÓLEO Y SE ABRE EL MUNDO
Tales limitaciones económicas, sociales, artísticas, tecnológicas, alejadas de un mundo en constante evolución, con la extracción del petróleo en el Ecuador, empiezan a desaparecer, desde luego con nuevos problemas, pues es cierto que la vida no es justa, pero no se la puede detener.
Surge una clase media, que generalmente es la que conduce al progreso, fomenta el comercio, el emprendimiento con dinero es posible, las escuelas, colegio y universidades algo se modernizan, el baño diario no es solo para los gringos, el tener un automotor no es inalcanzable, los viajes al exterior y mirar nuevas tierras aumentan. Los aviones se caen menos, las televisiones entran en auge, La modernización no es un mito.

La construcción se desarrolla, modernas carreteras surgen. La gente toma whisky, se pone zapatos “tenis” extranjeros, el fútbol se profesionaliza, surgen excelentes atletas, tenistas de relieve mundial. Librerías amplias y extensivas, con libreros profesionales.
La política desgraciadamente sigue estancada en la mediocridad, salvo excepcionales personajes que, por la ley de la vida, van desapareciendo.

En muchos casos vidas miserables van adquiriendo autoestima, pues la medicina avanza, la cultura está a nuestro alcance y empezamos a sentirnos ciudadanos del mundo, pues teníamos un país maravilloso, pero que aún seguía impávido ante los peligros naturales (volcanes, terremotos), sentados sobre nuestras riquezas (petróleo, oro, plata, cobre) y alegrándonos con música triste, agudas observaciones un sabio alemán Humboldt).