Un Informe a la Nación para nuevas generaciones

En su Informe a la Nación, el presidente Daniel Noboa se aferró a la receta de comunicación que ha aplicado desde que llegó al poder. Apeló a un discurso escueto y el protagonismo no recayó en su oratoria, sino en las piezas audiovisuales sobre los supuestos logros de su gobierno. El ánimo triunfalista y el culto a la personalidad prevalecieron, así como un puñado de ideas que son la espina dorsal del discurso del régimen.

El primero es el predominio absoluto de la seguridad. El gobierno actual intenta mostrarse —más ahora con los nuevos planes— como el autor de una innegable pacificación e instauración del orden en el país, y encuentra en la crisis de seguridad la excusa para la mayoría de sus medidas. El segundo punto es la insistencia en su condición de heredero de una crisis. “Estamos limpiando lo que embarraron los del pasado”, dijo. Tercero, enfatiza el ser parte de una nueva generación, alejada de la “vieja política”.

Vale preguntarse si esta estrategia tiene fecha de caducidad. Ante nuevos hechos de sangre en las recientes semanas, nadie puede cantar victoria en materia de seguridad. El régimen asegura ser diferente a los viejos políticos, pero ¿hay algo más típico de la política tradicional que culpar de todo a los antecesores? No es lo mismo una comunicación concisa y en sintonía con los intereses de la gente —algo muy acertado—, que una política de distracción que asume equivocadamente que la ciudadanía no se da cuenta de nada. El Presidente prometió “no volver atrás, jamás quedarse en el problema, en la comodidad de la excusa, (…) encontrar y transitar caminos limpios que permitan resolver los problemas de los ecuatorianos”. Bien haría en apegarse a eso.