Los dilemas que impone la cultura narco

Conforme la guerra contra el crimen organizado se profundiza, también se acentúan los dilemas sobre cómo contar esta lucha. Mientras unos optan por un cinismo que invita a buscar entretenimiento y curiosidad, incluso en las situaciones más dramáticas, otros piden censura y ven en la llamada ‘cultura narco’ un adversario tan peligroso como los criminales en sí. La verdad es que, en el momento actual, cada palabra tiene un impacto y todos somos responsables sobre qué publicamos y cómo lo hacemos.

Algunos elegimos no hacer apología del delito ni instigar el morbo. No creemos que la tragedia de inseguridad, dolor y muerte que ha vivido el país amerite la construcción de personajes carismáticos, elaboradas descripciones o tramas vertiginosas que la glorifiquen. Alimentar la curiosidad malsana sobre los mecanismos y detalles del mundo del crimen y su accionar solo servirían para desensibilizar a la población y elevar a condición de campo de experticia un ámbito que pertenece apenas a lo patológico y aberrante.

Sin embargo, hay que recordar que la construcción de valores de justicia, honestidad, paz y respeto a la integridad van mucho más allá de la simple elección de qué publicar. La sociedad tiene ojos y observa cuidadosamente el mensaje que las autoridades y los poderosos le envían con su transigencia: corrupción, violencia doméstica, abuso sexual, institucionalización de la mentira, derroche de recursos públicos, etc. Contener el avance de la cultura narco no requiere censura, sino elecciones conscientes de cada ciudadano sobre por quién vota, qué información consume, qué ejemplo da y a quién apoya con sus recursos.