En términos de la moneda circulante, lo mejor para los ecuatorianos sería que ni siquiera se hable de la dolarización. Ecuador vive pocos consensos, pero uno de ellos es, sin duda, la conveniencia de utilizar la moneda estadounidense, al punto de que cualquier discusión al respecto trae inconvenientes y preocupaciones innecesarias.
Los sectores relacionados con la Revolución Ciudadana tienen un largo y documentado historial de escepticismo hacia la dolarización y las limitaciones que presenta. Por tanto, es comprensible que sus pronunciamientos despierten nerviosismo. El potencial beneficio de ideas como la ‘ecuadolarización’, es, visto en perspectiva, tan diminuto frente al potencial costo de la desconfianza que pueden desatar, que sencillamente no amerita abordarlas.
En lugar de intentar ‘fortalecer’ la dolarización por medio de pequeñeces —si es que acaso de verdad es urgente fortalecerla—, el país debe apelar a las recetas clásicas, que aunque aparenten ser obvias tendemos a olvidar con demasiada facilidad. Lo primordial será siempre atraer más divisas, lo cual se logra incrementando las exportaciones y mediante la atracción de inversiones. Adicionalmente, es fundamental evitar la fuga de recursos que ya se invierten en el país, lo cual no se logra con controles ni amenazas, sino generando un clima de seguridad y comodidad en el que la producción y el comercio puedan convivir con seguridad jurídica y algo de paz. Mientras ese potencial no esté verdaderamente cubierto, sobra hablar de maniobras nominales que apenas harán la diferencia.