La tabla de consumo y el verdadero enemigo

En medio de la actual ola de inseguridad y narcotráfico, resulta tentador para la clase política convertir a los adictos en chivos expiatorios. Azuzar a la opinión pública contra los ecuatorianos que sufren adicciones es fácil. Muchos de ellos son pobres, sufren enfermedades mentales y están en la indefensión, sumamente expuestos al escrutinio público. Al ser tan presentes y visibles, se corre el riesgo de convertirlos injustamente en los principales protagonistas del ‘narco problema’ que vive el país.

Daniel Noboa eliminó la tabla de consumo de drogas, pero regresar a una cultura de intransigente persecución del consumo —aunque improbable en el corto plazo, por las reformas que esto requiere en el COIP y la Constitucióndaría pie a una gran pantomima, una política nacional de autoengaño. Policías, fiscales y jueces se la pasarían encarcelando adictos, dejando a merced de las bandas que controlan las cárceles todo ese contingente de nuevos reos. Al final, solo quedará más crimen, adicciones más profundas y, sobre todo, el tráfico en las calles seguirá incólume.

No es la tabla de consumo de drogas lo que creó la “generación de niños adictos” de la que habla el presidente Daniel Noboa, sino la descontrolada oferta de drogas y la descomposición del tejido social. Sin embargo, luchar contra ello requiere, por un lado, batirse contra el narcotráfico interno que, a diferencia de los inofensivos adictos, sí cuenta con un músculo financiero, legal y armamentístico al que hay que enfrentar. Por el otro, trabajar en prevención de consumo y tratamiento de adictos requiere un esfuerzo comunitario y gubernamental de elevado costo. La sociedad y el Estado deben estar dispuestos a asumir la tarea.