La mayoría soberbia

El pueblo ecuatoriano acaba de verse sometido a un humillante recordatorio de que la Justicia sigue siendo moneda de cambio en los juegos de los políticos. Por mucho que los  mentalizadores y autores de la grotesca maniobra de ayer se disfracen de legisladores bienintencionados respetuosos de los procesos, la ciudadanía está plenamente consciente de que lo que vio ayer no es sino otro episodio de la nueva mayoría arrastrándose por el fango con tal de obtener una tajada —otra más— de poder. No han tenido empacho en evidenciar con su actuación pública que, en el país, se gobierna con la fuerza y el muñequeo político,  mas no con la ley y la razón. Pasan los años y cambian los personajes, pero los ecuatorianos siguen condenados a crecer y vivir atestiguando el cinismo de sus políticos.

Los nuevos dueños de la Asamblea son incapaces de comprender cuán baja es su popularidad y cuán desahuciada está su legitimidad ante los ojos de la gente. Solo eso explica que, en medio de la crisis que se abalanza sobre la gente desde toda dirección, los ‘honorables’ continúen conspirando a tiempo completo en lugar de trabajar en la legislación que la gente suplica a gritos.

El correísmo se creyó su propia mentira de que son populares, de que nada se puede sin el poder total y que están salvando al país. El socialcristianismo insiste, sin entender que el país está cambiando rápida y peligrosamente, en su arriesgada ilusión de que siempre podrán preservar sus espacios de poder a punta de arreglos discretos y amorales. Queda claro que, en el proceso  de apropiación del Estado que llevan a cabo, privarán a la ciudadanía de la más mínima ilusión de orden, justicia y decoro.