Picasso y la inteligencia artificial

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Ayer se cumplían 50 años de la partida física del gran Pablo Picasso. Su obra, que de alguna forma es su presencia, fue producto de una mezcla perfecta entre el buen gusto, la tradición y esa furia creativa que lo acompañó hasta el final de sus días. ¿Qué es un genio sin esos ingredientes?

Parece indiscutible elevar la figura de Picasso a esa categoría casi sacra, pero tras la llegada de ChatGPT y el inicio del fascinante ascenso que protagonizará la inteligencia artificial en nuestro siglo, se asume que la creatividad, la tradición y hasta el buen gusto quedarán absorbidos por los algoritmos que nos gobiernan. ¿Nos estamos acercando al fin de los genios? ¿El mundo será menos creativo? ¿Qué será del arte, la cultura, el pensamiento, la educación?

Es curioso, quizás único en la historia de la humanidad, que una revolución técnica como la que nos está empezando a ocurrir deje en jaque y casi de forma simultánea a varias actividades humanas. El obrero y el intelectual, el médico, el abogado y el artista, los profesores y los políticos, todos tendremos que repensar la forma en la que practicamos nuestras vocaciones porque el mundo tendrá otro ritmo y aún no sabemos cuál. No me invade tanto el pánico como el vértigo de no saber a dónde nos llevará este tren descarrilado.

Los más expertos, entre ellos el mismísimo Elon Musk, advierten la necesidad de ponernos de acuerdo en ciertas regulaciones básicas y por necesidad globales, ante el ascenso imparable de la IA. Todo se transformará: la verdad o su acceso, el sentido del espacio y del tiempo, la forma de aprender, de trabajar y hasta de amar. Por supuesto, también el valor y la expresión de nuestra creatividad.

El futuro se parece mucho a una pintura picassiana, con las formas deconstruidas y confusas, aunque no hay todavía quien sea capaz de interpretarlo del todo.