El suplicio de Tántalo

Más oxitocina, menos cortisol
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Andrés Ojeda Sotomayor

Realizar un trámite importante en una institución pública es el mismo «suplicio de Tántalo». Según la mitología griega, Tántalo cometió errores tan graves que fue castigado por su Padre Zeus a permanecer eternamente en un lago, suspendido en el agua hasta la barbilla, sobre un árbol de ramas bajas lleno de frutas. Desesperado de hambre y sed, cada vez que intenta tomar una fruta o beber agua, éstos se alejan de su alcance. Además, pende sobre él una enorme roca oscilante que amenaza con aplastarlo.

Haciendo una analogía con la burocracia estatal, llevo gestionando 7 meses una diligencia personal que otrora se lograba en 1 mes. Obtener una respuesta favorable del Estado es una odisea. Mi petición se maneja en línea a través de una plataforma digital en la cual el órgano gubernamental me brinda acceso para adjuntar los requisitos de rigor y dar seguimiento. Los datos del sistema reflejan que se requieren más de 10 funcionarios para despachar el asunto. Pasa de mano en mano. Es un círculo vicioso.

Llamo a las oficinas solicitando información sobre los avances y envío correos electrónicos que muchas veces no son contestados. Según los servidores a cargo, tienen más de 100 procesos similares por atender. Ahí radica la aparente razón de la demora. Existen errores inexcusables. No se revisa concienzudamente la documentación presentada. Esto genera dilatación en la gestión, pérdida de tiempo y duplicidad de tareas; tanto para el peticionario como para la entidad responsable. Hay negligencia y arrogancia en muchos operadores públicos. Mencionan que no pueden dar prioridad a ninguna persona en particular. Increpo que no busco prioridad sino celeridad. Me relaja saber que con paciencia se gana el cielo. Mientras tanto, seguiré haciendo todos los esfuerzos hasta conseguir lo que parece inalcanzable, un pronunciamiento definitivo.

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