Álvaro Peña Flores
Hay un término anglosajón denominado FOMO (Fear Of Missing Out), en español: Miedo a perderse algo, que hoy en día está muy de moda, y no es más el sentimiento o actitud de las personas a perderse de algo, a perder un momento, una amistad o un evento, perdérselo claro está sin haberlo publicado o posteado. Es un impulso presuntuoso o competitivo por presumir lo que se está comiendo, se está bebiendo, o a su vez, alardear el mejor traje, el mejor sitio, la mejor casa o la mejor familia. Alguna vez había escrito algo sobre la prodigalidad de las necesidades, aquello que, según la pluma de Oscar Wilde, dice que el ser humano tiende a prodigar de lo que más necesita.
Estamos en el punto álgido de la temporada festiva, que este año está mejor que nunca, después de la aciaga época pandémica, y como siempre he escrito es propicia para desarrollar empatía, sensibilidad y caridad. Empatía para quienes han vivido situaciones diferentes a las nuestras. Sensibilidad con aquellos que necesitan de una palabra o un gesto que mejore su día o su situación. Y caridad con el desprendimiento desinteresado de un bien, un espacio o una palabra para los más menesterosos, y no solo hablo del aspecto material, sino de aquella precariedad emocional o espiritual que puede ser desastrosa sin la ayuda del prójimo.
Miedo a perderse de algo es la consecuencia del consumismo desmedido y de las nuevas esclavitudes que azotan el mundo. Es una tendencia a vivir alienados en lo que consideramos necesario y útil para la vida normal. Lo correcto sería, miedo a perderse de hacer algo productivo que mejore nuestra vida y la de los nuestros. Por supuesto, todo el año se debería conservar esa actitud a perderse de aportar algo para el crecimiento personal y colectivo.