Álvaro Peña Flores
Nada más entramos a la normalidad después de tanto ajetreo y desmanes por las fiestas de navidad y fin de año, martes 03 de enero de 2022, Ecuador amaneció abanderado. Murales de todo tipo, banderas de todo color y estilo, casas, puentes y paredes pintarrajeadas de nombres y alianzas que, según sus autores, se autoproclaman los salvadores de los pueblos de mi lindo Ecuador.
Entramos de lleno a la campaña electoral para los comicios seccionales de febrero de 2023, donde se elegirá a 23 prefectos, 221 alcaldes, 864 concejales urbanos, 443 concejales rurales, 4.109 vocales de juntas parroquiales y 7 consejeros del CPCCS (no nos olvidemos de la consulta popular). En muchos de los casos deseen continuar en sus curules, con la reelección; otros pretenden regresar a la administración pública, después de un “periodo sabático”; y otros tantos (famosos), probar por primera vez las prebendas que genera el poder y la autoridad con un puesto de elección popular.
Con tanta oferta de campaña anticipada, que a vista y paciencia de las autoridades y de los ciudadanos se ha dado sin control, es menester de todos los ecuatorianos hacer un examen de consciencia profundo. El año corrido nos pasamos quejando de los políticos y de su actuar. Se ha escuchado casos de corrupción por doquier: extorsiones, prebendas y diezmos para colaboradores y empleados, contratos a dedo, nepotismo, desfalco a las arcas, y así una serie de anomalías que son la carta de presentación para los que buscar reelegirse; unas cuantas obras mal hechas, para los que desean regresar; y, el deseo poco fundado de mejorar la vida de los ciudadanos, en aquellos que quieren intervenir por primera vez.
Esta es nuestra oportunidad para desterrar la porquería política. Si tanto amamos a nuestro pueblo, trabajemos sin esperar un puesto político que nos mejora la vida solo a nosotros.