La educación superior pública

Giuseppe Cabrera

El valor de la educación está tan marcando en la conciencia colectiva, que cuando se critica el estado de la democracia, la calidad de nuestros políticos o la cívica ciudadana, todos responderán al unísono con que “falta educación”, como ungüento mágico que cura todos los males colectivos de nuestro sistema político; siempre rehúyo responder así, porque es el cliché convencional y, son soluciones de largo alcance, pero este ejercicio, da cuenta de lo impregnada que está la educación como alternativa de desarrollo y progreso para las personas.

La desigualdad se cura con educación, porque los abuelos de los hoy ingenieros, abogados o médicos, hicieron lo imposible para que sus descendientes lograran estudiar, forjándose un camino alejado de la precariedad que a ellos les tocó vivir, esa educación durante mucho tiempo creó una clase media inexistente en nuestro país, que estaba únicamente dividido entre pobres y ricos a la entrada de la década de los años 80 y, fue la educación pública, la que suplió la falta de oportunidades que no cubrían los gobiernos, convirtiéndose en el ascensor social que muchos anhelaban. Y no, la educación pública no nació en 2008 con la Constitución, ni en 2010 con la LOES, como algunos quisieran hacernos creer, es el legado histórico de Milton Reyes, Rosita Paredes, Benjamín Carrión y otros tantos, que han conquistado el derecho más enunciado y menos cuidado de todos los políticos: la educación superior publica, universal y gratuita.

En una época en que incluso con títulos de tercer y cuarto nivel, el sistema rechaza a quienes se esfuerzan, por sobre quienes tienen esa suerte a la que llaman mérito. Defender la educación se ha vuelto aún más complicado, porque los jóvenes, distintos a los de antes se dan cuenta que hacer una carrera universitaria no les asegura un futuro.

De ahí que entre sus predilecciones están buscar las redes sociales, como ese espacio que los ha vuelto visibles, brindado recursos y una vida placentera y vivible en el camino. No es vagancia, es falta de oportunidad y hoy, la universidad pública tiene que repensarse y protegerse, para que dure por siempre y nos otorgue sentido de realización y un proyecto de vida.