Un maestro

Franklin Barriga López

El aeropuerto de El Alto hace honor al nombre que le identifica a más de cuatro mil metros de altura s.n.m. El sector, conocido antiguamente como Alaj Pacha (Tierra en el Cielo), se localiza al oeste y a pocos kilómetros de la capital de Bolivia. La vista es impresionante, especialmente en días soleados: se mira a lo lejos la figura del Illimani, cautivante macizo montañoso cubierto de nieve, al que los antiguos habitantes aymaras llamaron Illimana (por donde sale el sol).

En dicho aeropuerto, hace algunos años, fui presentado al Dr. Mario Jaramillo Paredes, quien llegaba en su calidad de ministro de Educación ecuatoriano a cumplir una misión oficial; me encontraba yo listo a retornar a mi país, una vez que sustenté una conferencia en la Academia Diplomática de Bolivia. En esas circunstancias, y enterado del motivo de mi visita al hermano país,  me dijo de inmediato: “Ud. va al exterior a disertar y no ha venido a la Universidad del Azuay, le hago la más cordial invitación para que ocupe nuestra tribuna y nos honre con su presencia”. En estas palabras, que las transcribo textuales y que no he olvidado, pude identificar al notable ciudadano  que siempre tuvo en su  mente y en su corazón a la ilustre ciudad en que nació y vivió.

Para cumplir el ofrecimiento que le hice a Mario, tiempo después viajé complacido, como siempre, a Cuenca y sustenté una conferencia en el prestigioso  centro de educación superior qué el había forjado y en el que se desempeñó como rector por tres períodos consecutivos, entre 1992 y 2012.

Aprecié en él sus reconocidas cualidades de humanista, doctor en Historia, catedrático  equilibrado en sus fundamentadas opiniones, escritor y periodista, buen amigo. Paz en la tumba recién abierta de este caballero que honró no solo a Cuenca del Ecuador, merecidamente galardonada por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.