Esperanza

Diego Albán

Es preocupante iniciar un año con las mismas expectativas que los dos anteriores, donde el protagonista es un virus que ha marcado a la sociedad, dejando profundas cicatrices que no sanarán en los años venideros.

Iniciamos el año con un incremento de $25 dólares al salario básico unificado; acción que muchos aplaudieron, sin embargo, no es tan alto como el incremento del combustible; productos de primera necesidad; peor aún de los impuestos. ¿Conclusión? En nuestro querido país, nos dan migajas y nos quitan el pan.

La falta de empatía y amor propio de algunas personas ha conllevado que una vez más los centros de salud se encuentren saturados por los casos positivos de la variante ómicron, pues la desobediencia y la necedad a vacunarse ha sido evidente. Situación que no permitirá el desarrollo de la sociedad, y más bien impulsa hacia el retroceso desde todas las perspectivas.

El deterioro de la política ya es parte de este nuevo año, pues es igual o peor que el virus y todas sus variantes, e incluso ha mutado aún más en estos últimos dos años, reflejándose en la corrupción de la salud pública, de los bancos (chulqueros), contratos con sobreprecios, entre otros.

Si algo nos queda, es la esperanza. El ecuatoriano se caracteriza por ver algo positivo donde parece imposible; por luchar donde parece estar perdido; y por tener esperanza en las peores situaciones. Los buenos ecuatorianos son más, y son quienes impulsan al desarrollo del país, pese a que las leyes y políticos juegan en contra. “La esperanza es el estado de ánimo en el cual se cree que aquello que uno desea o pretende es posible.”

 

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