Alma saludable

Delia Steinberg Guzmán

A medida que crecen las preocupaciones de todo tipo en el mundo; a medida que las situaciones de supervivencia se hacen más difíciles en muchos países; a medida que aumentan los enfrentamientos por las causas más absurdas por más que parezcan importantes; a pesar de todo ello asciende la ansiedad por tener una mejor salud.

Estamos convencidos de que, más allá de las enfermedades que tienen un origen orgánico bien definido, muchas dolencias provienen de nosotros mismos. Si nuestra mente no está en buenas condiciones, si nuestras emociones están desordenadas, si caemos en excesos de cansancio e hiperactividad, ¿qué le podemos pedir al cuerpo, que es el espejo de lo anterior? Una mente en buenas condiciones tiene las ideas debidamente organizadas, evitando dudas y confrontaciones entre unas y otras, que nunca llevan a la necesaria claridad.

Una mente saludable ayuda a organizar también el cuerpo. Las emociones, más que desordenadas, se convierten en dañinas cuando se dejan absorber por los rencores, las envidias, los celos, la agresividad, la sospecha de conjuras y maledicencia por parte de los demás.

Esto sí que es venenoso, porque, comamos lo que comamos, el condimento emotivo es altamente negativo para la digestión. ¿Sabemos descansar, independientemente de las horas de las que disponemos para ello? No, si la mente está repleta de ideas circulares, si las emociones nos perturban. Así, caemos en el exceso de acción para ‘no pensar’ o en la pereza para ‘no pensar en nada’.

La salud merece una especial atención. Porque incluye la integridad del ser humano, y lógicamente, una buena educación fundamentada en elevados valores morales. Si todos gozáramos de buena salud, gran parte de los problemas del mundo empezarían a solucionarse en cuantos ámbitos hoy nos afligen.

Nueva Acrópolis Santo Domingo