El Cotopaxi, si es de verdad

Cecilia Chacón
Cecilia Chacón

Quienes viven en la provincia de Cotopaxi y especialmente en Latacunga y sus alrededores, saben que la fuerza del volcán, es más de lo que hemos visto y sentido de las erupciones del Tungurahua, Sangay, Reventador o Guagua Pichincha. Si bien la memoria histórica de las actuales generaciones es nula sobre el impacto del Cotopaxi en la vida de las personas y del país, los relatos escritos aún existentes cuentan que después de la última erupción, tres días fueron noches. Es decir, que la proliferación de ceniza fue abundante, que el cielo era tan opaco, que tenían la sensación que no amanecía. Los daños fueron numerosos y la recuperación muy lenta.

Nos da la medida que convivimos con un gigante que empieza a despertar y que cada 100 años aproximadamente, nos recuerda que está vivo. Otro de los relatos que los cotopaxenses guardan en la profunda fe a la Virgen de la Merced, patrona del volcán, es que ella es quien levantó sus brazos y evitó que continúe erupcionando. De allí que, los barrios más antiguos de esta ciudad como San Sebastián, La Merced y San Felipe son testimonio de tradiciones que rememoran cómo sobrevivieron a la furia del coloso.

En la actualidad, el Cotopaxi es el volcán más monitoreado y ocupa la atención de científicos a nivel de todo el mundo, no solo por estar activo, sino por su impacto descrito en los hechos históricos como de gran trascendencia y en su camino de desfogue se han consolidado numerosas poblaciones, que hoy se encuentran expuestas. Pese a que no tenemos memoria inmediata de los sucesos, amerita la atención urgente y cómo diría el argot popular: con el Cotopaxi no se juega.

Saber cuándo sucederá un evento eruptivo y de qué magnitud es impredecible. El gobierno nacional y los GAD deben contar con planes de educación y comunicación de cómo reducir los riesgos volcánicos. Es hora de colocar los mejores esfuerzos en informar, y no nos encuentren dormidos, porque el Cotopaxi si es de verdad.