Democracia pordiosera

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Si se diera el hipotético caso de que usted o yo, querido desconocido, fuéramos candidatos a la Presidencia de la República (cosa no descartable puesto que se ha demostrado que se lanza cualquiera) ¿No le parece lógico que entre las muchas decisiones importantes que dicho paso implica, tiene inmensa prioridad la elección de su binomio? Yo respondo que sí, aunque por lo visto no parece una opinión muy popular.

Suponiendo que Luisa González tuvo ocasión de elegir a su dupla, parece forzada a ocultarlo de medios y eventos públicos para impedir tropiezos, descalabros y esos malentendidos en los que con tanta facilidad suele caer esa eminencia no probada, Andrés Araúz. 

Me gustaría decir algo diferente en el caso de su contrincante, la revelación millennials, Daniel Noboa, pero parece que ha incurrido en el mismo error y tendrá que tomar medidas parecidas con Verónica Abad para no perjudicarse electoralmente por las declaraciones de su vice. Triste exilio mediático para quienes deberían ser camino y parecen piedra. 

En nuestro sistema el Vicepresidente no tiene otra función que suceder al Presidente electo en caso de ausencia y aquellas que su jefe le brinde una vez en el cargo. Eso quiere decir que la elección de un binomio es una demostración de confianza y responsabilidad del futuro primer mandatario y no como al parecer lo entienden: la primera de las candidaturas de relleno que engordan sus listas. 

¿Será la vieja falta de confianza que asume en la Vicepresidencia el primer despacho del golpismo? ¿O acaso es la consecuencia de nuestro degradado sistema de partidos que vuelve imposible la elección de perfiles idóneos y alienta a los candidatos de emergencia, a los vivos y a los improvisados? Se trata, finalmente, de otra muestra del grado de pobreza de esta democracia pordiosera.