Todos somos migrantes

Alan Cathey Dávalos
La migración está entre las más antiguas y persistentes prácticas del homo sapiens, e incluso de sus parientes anteriores, las varias especies reconocidas como “homo”, que fue habitual desde hace al menos 3 millones de años.

Esta afirmación se comprueba con las evidencias científicas que establecen cuál fue la ruta y los momentos en que sucedieron los numerosos tránsitos de los “homo”, desde la llanura del Este africano, hasta Oriente Medio y de allí a Eurasia. Ninguno de los “primos” más lejanos, gorilas o chimpancés, primates de otras ramas, figurativamente hablando, se lanzaron a travesías de tal alcance, quedando limitados a las zonas selváticas de Africa. Por cierto, más allá de las demostraciones científicas, las empíricas nos revelan que hoy, esa variedad de “homo”, a la que agregamos audazmente el calificativo “sapiens”, se ha extendido por toda la superficie del planeta, en su latitud y longitud. Los registros fósiles nos marcan las rutas recorridas por nuestros ancestros, para llegar a Europa, al Asia Central, a Indonesia, a China, para establecerse por un tiempo en un área, y seguir su interminable búsqueda de los confines de la tierra, trasladándose más tarde a Oceanía y a las Américas.

Una jornada heroica
Esos tres millones de años, reducidos a estas pocas líneas, de ninguna manera pueden darnos ni una lejana idea de las peripecias, los dramas o los padecimientos que esos viajeros habrán pasado, librados a su instinto, sin certezas de un destino, enfrentando, con sus tecnologías primarias, los peligros de un mundo todavía salvaje, no mitigado por las civilizaciones que aún estaban en un futuro lejano, que con sus obras iniciarían la transformación del paisaje ancestral. Sus aldeas, y luego sus ciudades y los caminos que las conectaban, sus campos de cultivo y sus obras de irrigación, habrán paulatinamente reducido los riesgos de viaje, al generar entornos menos arriesgados.

Pero esto no sucede sino hace unos 9000 años, lo que es una fracción insignificante, el 0.3% de esos tres millones de años que llevamos en nuestras migraciones. Nuestra naturaleza, la impronta genética y cultural que nos moldeó, es la nómada, la del movimiento perpetuo en busca muchas veces, de alguna quimera, del retorno a algún perdido paraíso. Reconozcamos que todos somos migrantes, que nuestra común realidad y naturaleza, es esa condición, humana, propia de nuestra naturaleza, en la que debemos identificarnos con esos otros seres humanos, que deciden hoy emprender el camino que, de una u otra manera, a través de nuestros ancestros, todos hemos realizado. Esos africanos que se lanzan, en unas precarias embarcaciones, a cruzar el Mediterráneo para llegar a la mítica Europa, reeditan el temerario salto, de isla en isla, que llevó a los primitivos migrantes a la lejana Australia, y los latinoamericanos, que por millones atraviesan selvas y desiertos, en su camino a Estados Unidos, están haciendo, a la inversa, el trayecto que hace 25 mil años, hicieron sus mayores, desde Alaska a la Tierra del Fuego.

Causas parecidas
Los motivos que mueven la migración, no son, al parecer, demasiado distintos hoy que hace 200 mil años, a excepción de la persecución política o religiosa, ambas expresiones que reflejan también los arquetipos identitarios que son la base del autoritarismo, la tribal o racial, y la del Dios propio y único. Al margen de estas innovaciones, serán el hambre, las incertidumbres, los cambios climáticos, pero, sobre todo, la esperanza de un futuro para sí y sus hijos, las que empujen a los hombres a no resignarse a la miseria, y luego, a la opresión.

Esta reflexión aspira a provocar, dentro de cada persona, la decisión de no aceptar por bueno el argumento de la deshumanización del “otro”, especialmente de ese “otro”, que extiende desvalido su mano, en su áspero camino hacia su esperanza. El migrante no se puede convertir en nuestra causa de rechazo, el es una consecuencia de circunstancias de variada naturaleza, que lo empujan a tomar una dolorosa y extrema decisión, como es la de abandonar, aunque sean las privaciones y carencias, de su casa, su familia y su tierra.  La migración es la expresión más terrible del fracaso, en el mundo moderno, de sistemas políticos incapaces de generar condiciones y entornos favorables a la creación de riqueza, y una distribución lo más equitativa posible de ésta en la sociedad, lo que determina que, para mantener un statu quo, la represión sea el instrumento a utilizar.

El migrante no es estúpido
Nuevamente, las demostraciones de lo aquí afirmado, resultan bastante contundentes. Si nos referimos a nuestro entorno americano, los migrantes no se encaminan hacia estados como Cuba, Venezuela o Nicaragua, modelos de una concepción ideológica que naufragó definitivamente hace más

¿Y China?
Que decir de los migrantes asiáticos, ¿sobre todo de Indochina, Bangladesh, Afganistán o Pakistán? Ninguno quiere migrar a la China, la segunda economía del mundo, pues sus fronteras están cerradas, particularmente para musulmanes, contra los que ha lanzado al parecer, exitoso genocidio cultural, con la erradicación forzosa del idioma, religión y cultura, de uighures y kazajos en Sinkiang. El destino ansiado es Hawái, Australia o Nueva Zelandia, y para los más ambiciosos, la costa occidental de Estados Unidos y Canadá.

Migraciones y elecciones
Este año 2024, como lo hemos comentado, es uno de múltiples elecciones a lo largo del mundo, algunas democráticas, en cuanto a la posibilidad real de una elección, ante la presencia de candidatos opositores a los gobiernos de turno, que signifiquen una real opción alternativa, o a la posibilidad de votar para miles, a veces millones, de ciudadanos que, por diversas circunstancias, están fuera de sus países al tiempo de las elecciones. En otros países, penosamente, las elecciones no pasan de ser unas pantomimas que aspiran a mostrar alguna deformada democracia.

Además del impacto interno que la migración representa en sus países de origen, también es importante en los de destino, pues tiende a convertirse en un tema político y politizado de primera magnitud en los países destino de la migración. La desesperación por emigrar y escapar de los particulares infiernos de los que huyen tantos millones, es campo propicio   para utilizar la migración como arma política, con el evidente propósito de causar daño y desestabilizar el modelo democrático, algo evidenciado por ejemplo, con la apertura de fronteras en Bielorusia, para que grupos de migrantes desde Afganistán y Medio Oriente llegaran a las fronteras de la UE, en Polonia, para intentar forzar el paso, con las obvias tensiones así provocadas. Estados como Turquía, se han hecho pagar muy bien el “servicio” de impedir el paso de migrantes por su territorio, hacia Europa.  En este año, en el que se van a celebrar, en la UE elecciones para el parlamento europeo, y en Estados Unidos, presidenciales y también de parcial renovación del Senado y Congreso, el tema migratorio se ha vuelto factor central de campaña, en vista de los nacionalismos y aislacionismos, que están en auge a ambos lados del Atlántico.

Ejemplo en Panamá
Sin ir muy lejos, en las pasadas elecciones en Panamá, la campaña del victorioso candidato y presidente electo, el Sr. Mulino, escogió las tensiones que la migración ha provocado en el país, a raíz de la apertura del tapón del Darién, por los traficantes de personas, como otra ruta alternativa para pasar de America del Sur, hacia Centroamérica y México, para acceder finalmente a Estados Unidos. Pese a que esos migrantes no van a Panamá para quedarse, sino siguen viaje hacia el norte, su tránsito, ante el volumen alcanzado, superior al medio millón en el año 2023, en un país tan pequeño como Panamá, ha provocado que la percepción de seguridad se deteriore, ante la llegada de 40 mil personas, con muy escasos recursos para subsistir, cada mes.

La oleada migratoria además ha puesto de manifiesto el lado obscuro del poder, al revelarse abusos y excesos de los funcionarios migratorios y de la policía de fronteras, aprovechándose de la condición de vulnerabilidad de los migrantes, para exigir favores, económicos, y de otras naturalezas peores. El hoy presidente Mulino, en su campaña, ofreció detener el flujo migratorio con acciones policiales de captura y deportación a sus países de origen, a los que ingresen a Panamá ilegalmente. Sin que se lo diga tan explícitamente, una situación bastante parecida la viven otros países de la ruta del dolor, vejaciones, y frecuentemente, la muerte, de los migrantes latinoamericanos en su ruta al “sueño americano”, que tantas veces termina en pesadilla.

El crimen organizado
Por otra parte, el crimen organizado puro y duro, ha hallado en el tráfico de seres humanos, un negocio de grandes proporciones, que va desde el cobro por servicios de coyotaje, a extorsión de las familias de migrantes secuestrados por las mismas mafias, o a la prostitución de las víctimas que no pueden pagar la tarifa de las mafias.  Son utilizados como mulas para el narcotráfico, y como camuflaje para el paso de terroristas y delincuentes, como el Tren de Aragua, que, oculto entre los migrantes, se ha convertido en una organización del crimen multinacional.

Estados delincuentes
Otros en cambio, como Nicaragua, y más precisamente, los actuales dueños de la hacienda en que se ha transformado a la tierra de Rubén Darío, los hijos y nietos putativos de Somoza, la pareja Ortega & Murillo Inc., más hijos, agnados y cognados, han visto, con muy capitalista y oportunista criterio, la posibilidad de generar una importante fuente de ingresos ilícitos, al abrir su territorio a personas provenientes de los más inverosímiles orígenes, desde Africa al Extremo Oriente, como trampolín para que, desde Nicaragua, salgan rumbo Norte, hacia Mexico primero, y de allí a Estados Unidos. Esta novedosa trata de personas, auspiciada y promovida directamente desde un presunto estado, no nos habla sino del grado al que ha llegado un país en su proceso de disolución y transformación en una propiedad en manos del crimen organizado. Al final de este amargo camino emprendido por millones de latinoamericanos, están unos Estados Unidos, cuyas elecciones han puesto el foco, una vez más, en la migración como el tema central de la campaña. Aquello que fue la esencia y la raíz originaria del desarrollo de los Estados Unidos, la enorme migración que pobló el país a lo largo de los siglos XIX y XX, que le aportó la diversidad, cultural y de toda índole, que lo enriquecieron y engrandecieron al punto de transformarlo en la potencia que es hoy, es vista, por un amplio sector político del Partido Republicano, como una maldición bíblica, que busca intencionalmente destruir al país, desvirtuando su naturaleza.

De forma expresa, tanto el candidato republicano, el ex presidente Trump, cuya alergia a la migración sería, desde una perspectiva sicológica, una forma de rechazo a sus orígenes, puesto que su madre fue una inmigrante escocesa, y su abuelo, Drumpf originalmente, emigró a los Estados Unidos desde Alemania, cambiando su apellido a Trump para adaptarlo al medio, como muchos legisladores republicanos, con apellidos tan anglosajones como Rubio o Cruz, han anunciado su decisión existencial de reducir la presencia de los Estados Unidos en sus asuntos internacionales, a una guardia fronteriza para vigilar el Muro, que se supone  será terminado a lo largo de la frontera sur, y quien sabe si también a lo largo de las costas orientales, desde California a Oregón, y de la   Florida hasta la frontera con Canadá, sin que se olviden las costas del Golfo de México.

¿Para qué tener fuerzas desplegadas en Japón o en Europa, para que fuerzas en Corea del Sur? La política exterior de la mayor potencia mundial, reducida a una guardia fronteriza.

El ex presidente Reagan, Richard Nixon, George Bush, estarán revolviéndose en sus tumbas, ante la pequeñez de unos herederos que sólo dan fe de sus limitaciones y estrechez mental

Polarización e la UE
Las elecciones en la UE adquieren también una importancia inusitada, con la migración como uno de los temas de fondo, que divide a las sociedades europeas, pues no se trata de una sola.

En varias elecciones recientes, en Suecia, en Italia, en los Países Bajos o en Hungría, los partidos anti migratorios se han alzado con claras victorias, creciendo mucho también en Francia, en Austria, inclusive en Alemania, a pesar de una dura legislación en contra de discursos de odio. Hasta hace unos meses, el gobierno polaco estuvo a cargo de una coalición extremista. Estas realidades se van a dilucidar en la elección del Parlamento Europeo, el próximo 6 de junio, que podría determinar una composición radicalmente distinta del mismo, de acuerdo a la tendencia observada.

Es previsible un endurecimiento de las condiciones migratorias, en cualquier caso, mucho más si el Parlamento, para su funcionamiento, requiere hacer alianzas con los grupos más radicales. Tanto la primera ministra italiana Giorgia Meloni, como Marine Le Pen, la líder de la derecha francesa, están planteando las elecciones parlamentarias de la UE, casi como un referéndum acerca de la migración, para situar de cualquier forma el tema, como central a cualquier acuerdo en el futuro parlamento. La debilidad que muestran los partidos socialistas y social demócrata debe tomarse muy en cuenta, pues llevan las de perder, en un tema que se ha llevado al campo del populismo identitario, por parte de los movimientos anti migración.

La calentura no está en las sábanas
Parecería que las causas profundas del problema migratorio no son parte del debate, sino tan sólo lo que se percibe como sus consecuencias. Es muy conveniente para muchos, no discutir la responsabilidad, que debería ser penal, de los gobiernos ladrones, que, tras saquear a sus pueblos, los arrojan, como desechos, a ver quién se hace cargo de ellos. Es una pena constatar que muchos de esos migrantes, en su momento, fueron engañados por profetas y encantadores de serpientes, llevándolos al poder, para desde ahí, desvalijar los países. Y más pena, el que, una y otra vez, se caiga en las mismas trampas. 

Alan Cathey Dávalos