Del amor al rechazo

Rocío Silva

Sin duda alguna, el primer levantamiento indígena, durante el gobierno de Rodrigo Borja, convocó a muchos sectores urbanos en la intención de comprender los sentimientos y emociones de los pueblos indígenas, hubo la intención de una gran mayoría de experimentar de forma objetiva y racional lo que se sentía, ser parte de movilizaciones como las de la OPIP, motivaba a que organizaciones sociales urbanas, contribuyan con alimentos y vituallas en su paso hacia la capital; artistas, poetas, músicos, acompañaban las vigilias de las movilizaciones.

Algo de aquel amor se había conservado para octubre 2019, al punto de que las universidades Salesiana y Católica se ofrecieron como espacios de albergue para adultos mayores e infantes llevados en las movilizaciones, claro está, nadie se atrevía a decir que los propios dirigentes indígenas, agredían a sus integrantes al obligarlos bajo amenazas de multas a movilizarse; todo era justificado románticamente, desde la Academia, usando el imaginario de “su cultura”, pero con el transcurso de los días y las muestras denodadas de violencia y agresividad, no hicieron más que propiciar la distancia y la condena a sus dirigentes Vargas e Iza.

En este último paro de octubre 21, se alza la figura de Iza envanecido con sus propios loores, concita al rechazo de sectores urbanos e inclusive de varios sectores indígenas, se percibe un Iza solitario que amenaza públicamente a quienes creen que hay otros caminos para la negociación política, este Iza ha ahuyentado a todo lo que le era favorable, ahora ya no asoman sus simpatizantes intelectuales, que desde la comodidad del teclado frente a un monitor justificaban, teorizaban y con ello emitían conceptos románticos y eufemísticos sobre la violencia, como un derecho reivindicativo.

Iza con su tractorcito cargado del discurso cansino y tozudo, es el personaje repudiado, y él lo sabe muy bien, lo supo desde siempre, mientras tanto en el aire blande su cabestro de resentimiento social, sus ecos son recogidos por los carroñeros violentos de siempre, los tirapiedras, esos dirigentes vetustos, que se saben anacrónicos y aprovechan cualquier espacio para vociferar su oprobiosa e inútil vigencia. [email protected]