Sicariato

Diana Luzuriaga

Diana Luzuriaga Vera

A propósito del Día Mundial de la Dignidad, que se conmemora cada tercer miércoles de octubre. Comparto este artículo, cuyo objetivo es contribuir a la discusión de una forma de delincuencia cada vez más preocupante en nuestro país, y que atenta, amenaza y menoscaba el derecho a la dignidad humana.

En el preámbulo de la Constitución de la República se señala de manera expresa que, como país decidimos edificar una nueva forma de convivencia ciudadana en armonía. En contraposición, a las justas y legales aspiraciones del pueblo ecuatoriano nos enfrentamos a una peligrosa descomposición social, en la cual la vida humana vale tan poco, que se asesina por encargo a cambio de dinero o prebendas; bien sea por venganza, por razones políticas o por cualquier otro motivo. Hemos visto como los criminales actúan con pasmosa frialdad en el momento en que ejecutan a sus víctimas, convencidos de su impunidad, ante un sistema judicial debilitado, y lo más triste con la participación de un alto porcentaje de menores de edad entre sus operadores. 

De acuerdo a diferentes estudios referentes al tema, ser sicario para los niños y jóvenes que han crecido en la marginación y la exclusión social, se está convirtiendo en una aspiración para alcanzar el prototipo del nuevo rico del barrio, que cree todo lo puede tener, todo lo puede comprar y además gozar del respeto. Son instruidos para lavar sus manos de la culpa como pilatos, trasladando la responsabilidad exclusivamente a quien paga por matar. 

La delincuencia organizada se convierte en la alternativa, cuando la falta de opciones se entremezcla con el fácil acceso a drogas y dinero. En base a lo mencionado, necesitamos frenar este tipo de involucramiento delictivo, implementando estrategias de detección temprana; generación de oportunidades laborales; y, acceso a una educación de calidad, donde se fomenten los valores y el respeto a la dignidad de las personas en todas sus dimensiones. 

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