¿Seguridad estatal?

Orlando Amores Terán

Orlando Amores Terán 

Para la guerra hay que fragmentarse. 

La fragmentación favorece la defensa, porque convierte la guerra convencional en guerra asimétrica, dentro de la cual el Ejército al fragmentarse en unidades de élite autónomas para el empleo, cualifica y multiplica su capacidad de respuesta, por la cantidad de unidades de élite de la que dispone que son más numerosas, están diseminadas en todo el territorio, cuentan con francotiradores, apoyo aéreo y  tanques, de los que no disponen los enemigos, si las fuerzas contra las que se combate son subversivas, delictivas o si son un ejército regular de empleo concentrado.

De qué sirve una brigada de soldados con entrenamiento convencional para la guerra regular, sin habilidades especiales, cuando su más óptimo empleo consiste en disgregarla en pelotones de élite, entrenados para neutralizar al enemigo, capaces de producir inteligencia y multiplicidad de estragos al diseminar sus ataques de modo indistinto lo que permite total cobertura y evaluación de conjunto.

Del mismo modo, es más difícil derrotar a un pueblo organizado en cada parroquia, en Frentes de Defensa de la Libertad, que a un pueblo desarmado, desorganizado, que espera que la fuerza pública le proteja.

Debemos entender que la «protección estatal» es un oxímoron, porque es físicamente imposible que cien mil efectivos protejan a 18 millones de personas.

Si deseamos en serio superar la inseguridad, es imprescindible poner en vigencia el criterio de Jorge Washington a éste respecto: «Un pueblo libre no sólo debe estar armado y disciplinado, sino que debe tener suficientes armas y municiones para mantener su independencia de cualquiera que intente abusar de ellos. Lo que incluiría su propio gobierno.»

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